Cumpleaños 105 de Celia
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Transita el 2025 y la Revolución Cubana avanza entre circunstancias complejas y nuevas victorias. La ruta de Fidel y su Ejército Rebelde la sigue todo un pueblo que ha aprendido a resistir y vencer, sin perder de vista lo enorme y lo diminuto de la obra... y es ahí, precisamente, donde vive Celia sus ciento cinco cumpleaños.
Entre lo imprevisto y lo sabido, lo extraordinario y lo cotidiano, lo urgente y lo estratégico, el diamante y el carbón, ella sigue asumiendo con amor su país. Perfuma cada espacio donde la obra se hace más justa, y mira severa el sitio donde aún queda pendiente una ráfaga de revolución.
Han pasado más de cien años desde aquel 9 de mayo de 1920 y la imagen de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley no envejece. Es de las más mencionadas en escuelas y centros, de las más queridas, y a la vez, de las que menos se conoce, por esa humildad de no permitir la colocasen en sitios destacados.
Para los más jóvenes, es preciso traer su vida —y si es mediante sus palabras, mejor—, de manera que puedan iluminar cada experiencia y comprender la humanidad de las mujeres y hombres que pelearon en la Sierra y el llano. Necesitan saber que independiente de ser ella el brazo derecho de Fidel, la mujer de toda su confianza, la testigo de sus desvelos y reparadora de los sueños de una nación, fue una muchacha alegre, llena de detalles, firme y entregada. Encontró la felicidad en el servicio a los demás, tomó como propia la alegría de todos... o lo que es igual: no comprendió la felicidad personal como un fenómeno exclusivo, sino como una misión en la que las mayorías pudieran tener la misma sonrisa y libertad. Continúa así, cuidando todo... cuidando del pueblo.
Celia es de las que siempre está presente, no por casualidad, sí por causalidad, por esos hilos de la historia que tejen la maravilla del tiempo, el mismo que ratifica su hermosa condición de ser la flor más autóctona de esta Revolución cubanísima.
En la más martiana de las cimas...
El sol del mediodía es en la Sierra mezcla de calor y humedad de la altitud, aunque en los meses de invierno pueda sentirse con el gris de la neblina una frialdad que toca con magia los helechos.
No fue un 28 de enero, pero sí un 21 de mayo de 1953, cuando poco después de cumplirse sus cien años, el Apóstol tuvo una de sus reivindicaciones por la nueva generación de cubanos. La muchacha delgada, de treinta y tres años, acompañó a su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira y a otros martianos fervientes, en una expedición histórica con idea de luz: colocar un busto de José Martí en el pico Turquino.
Llevaban días de ajetreo desde que la señora Emérita Segredo, de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, tuvo la hermosa iniciativa.
Jilma Madera, la dedicada y talentosa escultora, tuvo para sí el honor de la obra. Escalaron por la ruta sur, vía Ocujal, y cerca del mediodía culminó el ascenso. La ocasión formó parte del programa de la Asociación en saludo al centenario del Maestro, y contó con la cooperación del Instituto Cubano de Arqueología, para que sirviera de guía espiritual y perenne evocación martiana al pueblo de Cuba, a los de Nuestra América y el mundo entero.
Años después, el 28 de abril de 1957, Celia, ya parte del Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio que liberaría definitivamente a la patria, subió al Turquino y pudo ver el busto que años atrás ella y otros habían colocado. Allí, la frase que a todos describía: «Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad».
Callada, sin alboroto, por ser parte creadora del instante —como era habitual en su personalidad—, debió sentir cumplida, con orgullo y compromiso, la primera parte de su misión.
Honrar, honra... Y los que saben amar, siempre fundan, aunque no sea su propósito trascender. Esa es la grandeza de la sencillez de una mujer que, entre las tantas bellezas que nos legó, está haber participado en una expedición de luz que prefiguraba las batallas futuras por la justicia.
La Sierra
Revisar la papelería de Celia en los días de duro batallar en la Sierra, nos permite estar al tanto de los pormenores de la labor para el aseguramiento logístico de la lucha armada, desde la clandestinidad hasta la Maestra, conocer su minucioso empeño con el objetivo de dejar todo bien notificado en función de la transparencia de la Revolución.
Las cartas y cientos de notas a guerrilleros y colaboradores en la montaña y en el llano, son reflejo del trabajo de abastecimiento desde el inicio hasta los últimos combates. Un ejemplo fue cuando el 2 de julio de 1957 en carta a Elsa Castro escribió:
Elsa, ve a tu amigo y demás que siempre recogen, para recogida de frazadas, sudaderas y si es posible linternas, no de las chiquitas sino tamaño corriente con pilas de repuesto. Me faltan para mañana, y cuchillos de monte de cabo buenos porque allí todo tiene que ser fuerte. Con las frazadas lo mismo, lo más doble posible, allí el frío es intenso hasta helar los huesos (…). La Sierra se sigue llenando, yo creo que la vamos a tener que agrandar, nos está resultando chiquita. Abrazos, Aly.1
Otra muestra del entusiasmo por las tantas acciones que realizaban aparece en uno de sus escritos a Asela de los Santos, el 21 de abril de 1958, donde le cuenta los logros organizativos del Ejército Rebelde:
Tenemos una planta de radio muy potente, tenemos comunicación con toda la América y nos retransmite nuestras trasmisiones. Tenemos muchas escuelas, tenemos la número Uno que es una escuela revolucionaria para reclutas. Se está fabricando la casa, con capacidad para 340 alumnos, salón de actos, tiene su taller de costura, en fin, una cosa completa y para siempre. Tenemos fabricando un gran hospital, el edificio va a ser muy original y lindo, lleva su laboratorio, su salón para operaciones de toda índole, completo. Tiene hasta su lechería. Tenemos fabricando, pero ya funcionando el edificio de justicia. Como el mejor. Tenemos tres hospitales ambulantes, esto solo es en la columna de Fidel. Cada comandante tiene su columna y su territorio.2
Y luego, a finales de la Ofensiva de Verano de 1958, mantuvo su dicha y empeño. Evidencia es el siguiente fragmento de la carta a Haydée Santamaría:
El tiempo cada día es más corto y el trabajo aumenta por minuto. Dejé un sinfín de cosas para escribirte. No te imaginas la falta que hiciste pues después que marchaste comenzamos a preparar la ofensiva. Se comenzó por situar cada tropa para reconocimiento de la zona. En cada zona se hicieron cuadrillas con pico y pala para hacer trincheras y refugios antiaéreos. En cada zona situamos ganado para leche y carne a la tropa y a los campesinos.
El problema grave de la sal lo resolvimos con los que estaban desarmados, los enviamos a la playa a hacer sal para la tropa y campesinos. Preparar potreros para el ganado, que si los guardias entraban no lo cogieran. Se hicieron dos queserías. Se prepararon dos granjas con toda clase de animales, era unas arcas de Noé.
Se llevaron lechones, se frieron en manteca, se guardaron, había cuatro almacenes de balas, cables, pilas para detonadores, fulminante, mecha, etcétera. Todo concentrado en la Maestra y en la columna #1 José Martí, la de Fidel, que ha sido la madre paridora de todas esas columnas que han invadido la isla. La ofensiva esperamos que no la concentraran aquí. Como sucedió, se mandó buscar a Almeida con su mejor gente; a Guillermo García, a Camilo, Ramirito, todos con lo mejor.
Se hicieron almacenes de mercancía. Nosotros seguiremos en Las Vegas como punto céntrico de abastecimiento, solo nos quedamos para toda esta preparación: Fidel, el Che y yo. Se concentraron la planta, taller bélico, taller de costura, almacenes, etcétera. y ese se bordeó de trincheras. Era nuestro Columbia, se convirtió la Sierra en una fortaleza. Se hizo instalación de teléfonos, unas cuadrillas traían los alambres y los aparatos; otras cuadrillas los instalaban. Se arreglaron caminos y en Las Vegas pusimos depósitos de gasolina y la central de carros. Vino la cacareada ofensiva que nos dejó un montón de armas con un montón de muertos; en número fueron casi nada, en valor es incalculable.3
Según se cuenta en la revista Moncada,4 de 1990, en edición especial en homenaje a Celia, la campesina Ana Rita Mariño esperaba un hijo, pero la impresión por el ataque le adelantó el parto. La Comandancia General quedaba muy cerca, y la guerrillera fue enseguida a saber del bebé y la madre, a la cual le llevaba alimentos de la reserva de la Comandancia.
Cuentan que cuando llegó, preguntó cómo se llamaba el pequeño, le contestaron que aún no tenía nombre. El comandante Paco Cabrera que estaba presente, propuso ponerle Julio Adonis. Julio por el Movimiento, y Adonis por su segundo nombre. Ella estuvo de acuerdo y decidió que ambos serían los padrinos del recién nacido. Rita contaba años después que Celia siempre se preocupó por el niño, y que gracias a la Revolución pudo estudiar en la Universidad y se hizo ingeniero.
El tiempo lo demostró
Sería imperdonable subir a Celia a un pedestal, cuando no hay nada más alejado de un busto que su sonrisa.
El compromiso, en la voz de a Armando Hart, en enero de 1980 quedó claro:
El más alto homenaje a la inmortal guerrillera está en unir (…) con mayor fuerza y eficacia nuestra vanguardia comunista a todo el pueblo, en un trabajo sistemático para vencer nuestras deficiencias y enfrentar con decisión y coraje a los enemigos de la Revolución.
Ciento cinco años de vida de Celia y la Revolución por la cual luchó, siguen venciendo. Por eso, cada vez que repasamos sus escritos, sigue siendo esta sentencia de 1957 la que más me conmueve, porque demuestra su fe en el triunfo, como Fidel, desde los inicios, y lo certero de su pensamiento cuando se emprende un camino con amor y convicción:
«Todo sacrificio que se haga por esta Revolución, vale la pena. El tiempo se los demostrará».5
1 Carta a Elsa Castro, 2 de julio de 1957, fondo documental Celia Sánchez Manduley, Oficina de Asuntos Históricos.
2 Carta a Asela de los Santos, fondo documental Celia Sánchez Manduley, Oficina de Asuntos Históricos.
3 Carta a Haydée Santamaría, agosto de 1958, fondo documental Celia Sánchez Manduley, Oficina de Asuntos Históricos
4 Revista Moncada, edición especial dedicada a Celia, 1.o de mayo de 1990, p. 50.
5 Carta a Elsa Castro, 18 de octubre de 1957, fondo documental Celia Sánchez Manduley, Oficina de Asuntos Históricos.