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Una biblioteca a la altura de nuestro Comandante en Jefe

Fecha: 

28/11/2019

Fuente: 

Cubadebate

Autor: 

Siempre preclaro, egregio, Fidel sabía que la mejor herramienta que debía poseer su pueblo para defender y mantener la libertad conquistada, era la cultura. Lo había aprendido de su maestro, el Héroe Nacional José Martí y fue una de sus principales batallas. Martí le enseñó que "saber leer, es saber andar, saber escribir es saber ascender". Fidel habló por su maestro: “[...] Nosotros no le decimos al pueblo: ¡cree! Le decimos: ¡lee! [...]”.  Y cumplió. Por eso desde el propio comienzo de la victoria revolucionaria, dedica sus esfuerzos a cumplir las promesas hechas en el programa del Moncada; y los cuarteles militares, representantes de la degradación moral de los gobernantes de turno, se acrisolan al convertirse en escuelas; y los maestros acuden a lugares donde nunca antes había llegado la luz del saber; y fue la invasión de un ejército de alfabetizadores, los encargados de irradiar sabiduría con cartillas y manuales. Aulas, escuelas, universidades, conocimientos, sapiencia ...  !Al fin Cuba podía comenzar a hablar de verdadera cultura en las voces de sus hijos!  
 
Dentro de ese movimiento que significó la revolución en la educación, hubo que multiplicar también materiales escolares, libros para los estudiantes y para otros sectores de la población que se iniciaban en diferentes formas de estudios.  Marcada importancia tuvieron el incremento y ulterior prosperidad de las bibliotecas como apoyo a esta gigantesca obra por la espiritualidad.
 
Se presentaba así un reto para estas bibliotecas: consolidar y desarrollar el hábito por la lectura, sembrado desde edades tempranas por los maestros en las escuelas. No era una tarea fácil. El camino estaba lleno de atascos impuestos por la ambición y el egoísmo de algunos hombres. Pero no se podía detener el ímpetu, había que medrar en la labor para conseguir la victoria. Y así la Isla se pobló de numerosas bibliotecas.
 
Sumados al mismo empeño que el resto de los cubanos, los bibliotecarios extendieron los servicios fuera de las paredes y muros de sus locales, generando diversas formas de cómo llegar a los lectores. Y así surgieron las bibliotecas ambulantes, los bibliobuses, los servicios a domicilios, los espacios de lecturas en centros fabriles, en hospitales.
 
Fueron tiempos difíciles, de trabajos complejos por caminos embrollados pero muy hermosos, que puso a prueba tempranamente la capacidad de resistencia de los cubanos, porque se demostró que desde este frente también se podía vencer al imperio derrotando a la ignorancia.
 
Cuba es hoy uno de los países reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por los compromisos cumplidos en el terreno educacional.
 
Con el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, las bibliotecas han transformado sus métodos de trabajo, se han abierto nuevos espacios para acercar la lectura al mundo de los usuarios, que es aproximarlos al mundo del conocimiento. En este orden el bibliotecario no pierde espacios, no se divorcia de sus lectores, por el contrario, tiene la honrosa responsabilidad de guiarlos con decoro, mostrando el camino hacia los verdaderos valores humanos.
 
Importa mucho la aplicación de los avances en el terreno de la ciencia y la técnica, pero no determina la calidad del producto que se le oferte a los usuarios; lo más importante es el propósito del bibliotecario, que sustituirá con inteligencia y creación los retos impuestos por las limitaciones en el uso de tecnologías, será él quien defina el alcance de su labor, aunque la evaluación final, corresponderá a sus destinatarios.
 
La mejor manera de estar preparados para asumir esta competencia entre los  profesionales de la información y los avances tecnológicos, es la superación permanente, un estudio constante que permita estar actualizado dentro y fuera del sistema en el que corresponde desempeñar la actividad laboral, la actuación humilde, el contacto directo con otros profesionales de diversas especialidades, la retroalimentación con ellos, el aporte de su sabiduría, son rasgos muy necesarios para el éxito de esta tarea. Se estaría entonces en condiciones de cumplir con el Maestro cuando expresó: "Al venir a la tierra todo hombre tiene derecho a que se le eduque y después en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás"
 
No se trata de un ruego, es un desafío imperioso de los momentos actuales que debe ser asumido conscientemente por los bibliotecarios, mientras no desaparezca la amenaza de una involución cultural. Se impone borrar los esquemas negativos que empañan la pulcritud de la labor de hombres y mujeres virtuosos y demeritan la entrega al trabajo enaltecedor de valores espirituales.
 
Sólo habrá victoria en este combate si se aúnan las voluntades y se asume con prestancia la demanda que en este momento crucial la nación impone. La biblioteca debe defender el lugar de vanguardia a que está destinada por el valioso recurso que maneja: la información. En este empeño por escudar y proteger las conquistas alcanzadas en los últimos sesenta años de nuestra historia, comenzada ciento cincuenta antes, es necesario tener presente a quienes trazaron el camino hasta nuestros días comenzando por el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, continuando en el hijo más ilustre de Cuba, José Martí, sin olvidar al distinguido Antonio Bachiller y Morales, Padre de la Bibliotecología Cubana, hasta llegar a nuestros días en la figura colosal de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.
 
Merecer el respeto y la consideración de la sociedad exige desplegar una labor de entrega apoyada en el ejemplo de quienes marchan como abanderados, sin escatimar esfuerzos, para lograr objetivos propuestos. Corresponde a la Biblioteca Cubana como institución, no sólo mantener, sino desarrollar su capacidad científica para responder a los reclamos del momento; estar en disposición de entregarse por entero no solo por la preservación del patrimonio bibliográfico de la nación y la cultura que la identifica y la emancipa, sino por desempeñar una noble labor que la empine y la convierta en una biblioteca a la altura de nuestro Comandante en Jefe.