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Una evocación necesaria: El Primer Congreso del PCC

Fecha: 

21/04/2011

Fuente: 

Cubadebate

Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en diciembre de 1975

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La importancia y alcances de los acuerdos del VI Congreso del Partido calarán paulatinamente en las voluntades y comprensión de todos los que deberemos asumirlos. Es tarea de gran complejidad. Sin embargo, la confirmación de la voluntad del hombre que llevó sobre sus hombros más de medio siglo de Revolución triunfante, no ocupar cargos en esta nueva etapa, merita que recordemos notas como ésta:


Con voz de pueblo
Granma, 23 de diciembre de 1975. p.3


Permíteme Fidel, al conjuro de este inolvidable día de grandes e intensas emociones y de nuevas victorias de la Patria que, juntó a ti, junto al Buró Político, el Secretariado y el Comité Central junto a los delegados e invitados hemos vivido en el teatro “Carlos Marx” y en la Plaza de la Revolución , en el Congreso del Partido y en el Congreso del Pueblo, indisolublemente unidos uno y otro, decirte que venturosos son los pueblos que, como el nuestro, te tienen a ti, símbolo de las mas hermosas virtudes humanas, guiándolo hacia la conquista de un porvenir más radiante.

Decirte qué hondamente orgullosos se sienten los pueblos que, como el nuestro, tienen en su dirección, junto a ti, a hombres de extraordinarios méritos y de gran capacidad, firmes y honestos, modestos y con alta sensibilidad humana.

Por eso, el entusiasmo y la felicidad asomaron a los rostros de todos cuando Justino Baró presentó a cada uno de los miembros elegidos al Comité Central.

Por eso, las manos batieron sin cesar hasta enrojecer y las gargantas enronquecieron a los gritos de Fidel cuando Fabio Grobart habló de tí y anunció que habías sido ratificado como Primer Secretario.
Por eso, la alegría y el júbilo reinaron cuando a ti te correspondió presentar a Raúl como segundo secretario. Y a Almeida y Ramirito. Y a Dorticós y Hart. Y a Guillermo y Sergio. Y a los nuevos en el Buró Político: a Blas, a Machadito, a Carlos Rafael, a Miret y a Milián.

Con voz de pueblo permíteme, Fidel, decirte que tú eres hacedor de nuestra historia. De ahí que te miremos con el corazón y con el alma. Eres salvador de la Patria , aunque te llames “privilegiado heredero” de aquellos que, en otros tiempos, iniciaron y desarrollaron la lucha. De ahí que te cantemos, porque cantándote a ti le estamos cantando a la Patria y a los que, como Céspedes y Agramonte, Maceo y Martí, Mella y Baliño, Camilo y Che, jalonaron el camino de la vida hermosa que hoy vemos y el porvenir más bello aún que asoma a nuestros ojos.

A ti que te sientes como “gota de agua en este mar de pueblo”; a tí que has tenido la grandeza de guiarnos y convertirnos en protagonistas de la hazaña de fundar a las puertas del imperialismo el primer Estado obrero-campesino de América; a ti que con tu quehacer y pensamiento nos impregnas, día tras día, de espíritu internacionalista y patriótico, de espíritu revolucionario y comunista; a tí que nos has enseñado el camino de la victoria y de la fe en los pueblos y en los hombres; a tí que, usando una frase de Martí, has hecho movernos “cielo arriba, por donde va de eco en eco, volando el redoble”; a tí, Fidel, permíteme en esta ocasión histórica, decirte que los vientos podrán desnudar los árboles, pero la Revolución que tú iniciaste y “el Partido de Fidel Castro”, como lo denominaste Fabio, no habrá fuerza capaz de despojarlos de su ropaje de pureza y virtud.

De esa pureza y virtud con que tú has vestido a la Revolución y al Partido.

De ahí la alegría en el Congreso.

De ahí la inmensa alegría de más de un millón de cubanos que se dieron cita en le Plaza para aprobar al Comité Central y los acuerdos del Primer Congreso.

Desde las efigies situadas en el edificio del Ministerio del Interior, las sonrisas de victoria de Camilo y Che se multiplicaban en los miles de rostros de los hombres y mujeres del pueblo que vivían el histórico momento de la culminación, junto al pueblo, del Primer Congreso del Partido.

Sólo la luz es comparable a la felicidad qué todos sentimos.