Fidel
Soldado de las Ideas
“Tu eterno chicharrón”, así se despidió jocosamente Camilo de su amigo, Che, en carta del 24 de abril de 1958, pues sabía cuánto detestaba el guerrillero argentino la adulonería.
Que no era hombre de dar elogios, ni de gustar recibirlos, también lo comprobó la Premio Lenin de la Paz de 1958, María Rosa Oliver.
Después de las 9 y 40 de la noche de aquel 15 de febrero de 1898, surgieron muchas hipótesis en torno a la voladura del Maine. Muy pronto los Estados Unidos culparon a España alegando la posibilidad de una mina submarina como causa del desastre. En tanto, los españoles afirmaban que se trataba de una autoagresión yanqui en busca de un pretexto de intervención.
¡Vaya hombre para cultivar amigos y amar a su patria! Basta escuchar su nombre, en los labios nos afloran canciones, anécdotas y expresiones como “¡Aquí no se rinde nadie, c…!”. Porque el comandante Juan Almeida Bosque tenía ese don de música en el alma y palabras para transmitir los combates, los esfuerzos y los sueños.
Fidel lo sabía; no bastaba con haber derrocado a la dictadura batistiana, era preciso cambiar aquella realidad heredada, echar a andar la Revolución de enero de 1959.
La historia misma nos enseña que nosotros hemos recién salido de una etapa de lucha para entrar en otra etapa de lucha; que nosotros hemos dado un paso hacia adelante, pero que para mantenernos y avanzar tenemos que seguir luchando.
Quizás lo deseo tanto, pero tanto tanto, -como aconsejaba El Principito- que su sueño se hizo realidad.
Era 19 y abril del año 2001. Una niña de diez años, que aparentaba mucho menos edad por su marcada pequeñez de estatura, subió a la plataforma e hizo una alocución memorable. Su mirada y toda su energía, que no era poca, enfocadas, desde la primera palabra, en quien quería conquistar.
Fue en la Universidad de La Habana donde el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, aprendiera muchas cosas, a decir de él, las mejores cosas de su vida, entre ellas, hacerse seguidor de las ideas de José Martí.
No tuve la dicha de conocerlo personalmente, mas tampoco hizo falta para aprender a admirarlo, respetarlo, quererlo; porque él tenía ángel, un algo que encantaba.
En estos días traté de encontrar mi primer recuerdo de Fidel y evoqué una canción que mis hermanos y otros niños del barrio nos susurrábamos cuando nuestros padres u otra persona mayor venía hacia nosotros, quienes andábamos en alguna fechoría.
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