Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del XIV Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), en el teatro "Lazaro Peña", el 2 de diciembre de 1978

Fecha: 

02/12/1978

Distinguidos invitados;

Compañeros de la Dirección del Partido y del Gobierno;

Delegados al XIV Congreso Obrero:

No es fácil hacer la clausura de un evento tan rico en contenido, en ideas y en frutos como este. Intentaré hacer algunas reflexiones, expresar algunas impresiones.

Alguien decía ayer, en una pequeña conversación, que le parecía que el XIII Congreso había sido ayer, y yo dije: pues a mí me parece que fue esta mañana (APLAUSOS).

Así transcurren, tan rápidamente, cinco años de fructífera vida revolucionaria de nuestros trabajadores y de nuestro pueblo. Pero en esos cinco años, desde 1973, cuántos importantísimos acontecimientos han tenido lugar. En primer término, el Congreso de nuestro Partido en 1975; la discusión y aprobación de la Constitución de la República; la institucionalización, la División Político-Administrativa, la instauración de los Poderes Populares, el inicio del establecimiento del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, y otros importantes esfuerzos que han obligado a las organizaciones de masas a adaptarse a estas circunstancias nuevas, y han requerido de todos, especialmente de nuestros trabajadores, una intensa actividad.

Un análisis de las realizaciones del movimiento sindical durante estos cinco años fue realizado brillantemente en el Informe Central. En realidad, los avances han sido impresionantes. No intentaré repetirlos todos, pero podemos citar un ejemplo: en el terreno educacional, dentro del movimiento sindical, la lucha por alcanzar el 6to grado, lucha planteada en el XIII Congreso, y que algunos dudaron de alcanzar una meta de un millón de trabajadores a graduarse de 6to grado entre la fecha del Congreso y 1980.

Y como decía el Informe Central, es una meta prácticamente lograda, lo cual significa que el nivel mínimo de nuestros trabajadores —¡el mínimo!— se habrá elevado en 1980 hasta el 6to grado, y el 6to grado que se exige hoy no es un 6to grado cualquiera, no es un 6to grado fácil.

Y partiendo de esta victoria, se plantea ya el objetivo de alcanzar para 1985 el 9no grado. Sí, sé que se habla de medio millón de trabajadores para 1985 con el 9no grado. Ese es el compromiso de ustedes. Pero, en realidad, es una meta modesta (RISAS). Es modesta, y estamos de acuerdo con que ustedes hayan aprobado una meta modesta; pero debemos luchar, en términos generales, por el 9no grado como nivel mínimo de nuestros trabajadores para 1985 (APLAUSOS).

Se habla mucho en el mundo del gran éxito que significó para Cuba la Campaña de Alfabetización, y el hecho de haber erradicado el analfabetismo. Sin embargo, a nuestro juicio, la batalla más fácil fue la de la lucha contra el analfabetismo, más espectacular a la vez y más breve. Pero creo que el mayor mérito radica en el esfuerzo que hizo nuestra Revolución después de la Campaña de Alfabetización. Y es un triunfo mucho mayor ese que obtendremos cuando podamos decir que nuestros trabajadores alcanzan un mínimo de 6to grado, y el día que podamos decir que nuestros trabajadores alcanzan un mínimo de 9no grado. Y como soy optimista —lo fui, lo soy, y creo que lo seré siempre (APLAUSOS)—, me atrevo a asegurar que en el próximo Congreso, 1983, estaremos muy avanzados en la batalla del 9no grado, y nos vamos a plantear la batalla por el 12 grado para 1990 (APLAUSOS).

¿Es acaso imposible? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿No era más difícil llegar a este nivel que ya tienen nuestros trabajadores? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") Realizado precisamente cuando no teníamos apenas ni aulas, ni maestros. ¿Será difícil cuando ya en un solo año, este año, recibieron su título de maestros y profesores alrededor de 28 000 ciudadanos?

Hace unos pocos años el 70% de los maestros primarios no tenían título, y en 1980 estarán titulados todos. Y tenemos decenas de miles de estudiantes en las escuelas de maestros y decenas de miles en las universidades, y miles de maestros primarios que están preparándose para estudiar la licenciatura en maestros primarios en nuestras universidades.

Crece el número de escuelas por año, aumenta el número de maestros, tenemos menos alumnos primarios, luego, aumentan las posibilidades, los factores objetivos y subjetivos para que se pueda impulsar tanto cuanto queramos este extraordinario programa de superación educacional y técnica de nuestros trabajadores. Y entonces sí estaremos enseñando al mundo lo que es una Revolución de los trabajadores y lo que es el socialismo.

Se puede añadir a esto que, habiendo alcanzado la matrícula universitaria un número de aproximadamente 145 000 estudiantes, alrededor del 50% son trabajadores (APLAUSOS). Y precisamente empiezan a surgir problemas nuevos, problemas nuevos, y es el número de trabajadores que han aprobado ya la Facultad Obrera, o el nivel preuniversitario, que no han podido ingresar a los estudios universitarios; porque se nos plantea el dilema de la limitación de nuestras capacidades universitarias, la necesidad de dar ingreso en los cursos regulares a esa enorme masa de estudiantes jóvenes que se van graduando de nivel medio o superior en los preuniversitarios y en los tecnológicos, que nos obliga a meditar, a buscar nuevas soluciones, nuevas soluciones, para no cortar precisamente esa ansiedad, ese interés enorme de nuestros trabajadores por el estudio, que nos impone, repito, la búsqueda de nuevas soluciones, nuevas fórmulas, de modo que todo el que quiera hacer un estudio superior lo haga, lo realice, por distintas vías, si no puede ser en cursos regulares, en cursos dirigidos.

Estos problemas fueron planteados con mucha fuerza por los compañeros de la dirección de la CTC al Partido, para ver cómo se concilian estas situaciones, puesto que no concebimos, en primer lugar, que sea correcto parar las posibilidades de un joven para seguir estudiando. Entonces tenemos que pensar, aparte del número de trabajadores estudiantes en las universidades de forma regular, en programas para que los trabajadores puedan hacer estudios dirigidos y examinarse y recibir sus títulos. Porque si ahora ya tenemos este problema de una enorme demanda de más de 20 000 que recibieron el título de la Facultad Obrera y no han podido matricular en las universidades, imagínense lo que será cuando en 1985 estemos en un mínimo de 9no grado, y después estemos en un mínimo de preuniversitario; nadie sabe cuántos van a querer realizar los estudios universitarios.

Nosotros tenemos la concepción de que nuestra sociedad debe trabajar por el enriquecimiento cultural, intelectual y técnico del pueblo, sin límites. De modo que si cada cual quiere tener el honor —y hablo del honor, porque sería imposible otra cosa generalizada—, el honor de tener un título universitario, tenga la posibilidad de tenerlo, sin que, desde luego, entrañe que si todo el mundo tiene un título universitario cada cual va a tener un empleo acorde con ese título. Pero la cuestión hay que resolverla creando facilidades para el estudio y, desde luego, sabiendo que no por tener un título se va a recibir un empleo acorde con ese título.

Quiero decir que un operador de combinada puede, si lo desea, ser ingeniero mecánico, pero alguien tiene que operar las combinadas; si es un ingeniero mecánico, mejor, estoy seguro de que la productividad y el mantenimiento serán incomparablemente superiores (APLAUSOS).

Hablo de esto porque es importante que comprendamos que mientras había una enorme escasez de graduados universitarios, cada graduado universitario podía tener, inmediatamente que recibiera el título, un empleo profesional como tal graduado; pero el día en que en nuestra sociedad sean decenas de miles y cientos de miles y tal vez millones los que ostenten esos títulos, no habrá que mirar el estudio universitario simplemente como un medio de vida o como una profesión. Pero debemos resolver esta contradicción y en lugar de decirles a una parte de los trabajadores; "¿Quieren estudiar? No pueden", decirles: "¿Quieren estudiar? Sí, te vamos a brindar las facilidades para estudiar", sin que ello implique —repito— que el día en que las graduaciones sean muy masivas todos los empleos sean acordes con esos títulos.

Me parece que ustedes comprenden perfectamente bien esta idea. ¿Estamos de acuerdo? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") ¿O vamos a trabajar para que todo el mundo sea médico, o ingeniero, dedicados exclusivamente a la medicina y a la ingeniería? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!").

Tiene que llegar el momento incluso —y llegará— en que las asignaciones de un empleo como ingeniero de cualquier tipo, o como médico, o como profesor, o como historiador, o como economista, etcétera, se den en función del expediente universitario. Alguna forma tendremos que buscar (APLAUSOS). Pero no detendremos este movimiento, aun a riesgo de convertirnos en una sociedad de intelectuales (RISAS).

¿Cómo será una sociedad de intelectuales realmente? Eso no lo sabe nadie; pero, bueno, algunos tendrán que enfrentarse a ese problema, a los problemas del Partido y del Estado y del movimiento sindical, etcétera, en una sociedad de intelectuales; porque nosotros llevamos camino de ser una sociedad de intelectuales, pero a la vez —y eso es lo bueno—, una sociedad de intelectuales proletarios y una sociedad de intelectuales revolucionarios (APLAUSOS). Por tanto, no tenemos miedo a eso.

Ahora, como no hemos llegado todavía a esa etapa, y como nos faltan muchos técnicos en muchos campos, y nos faltan, incluso, no solo muchos técnicos universitarios sino muchos técnicos medios y muchos obreros calificados, volvamos a la Tierra (RISAS) para sugerir que nos tomemos especial empeño en orientar bien este esfuerzo de los estudios universitarios hacia las carreras básicas de las cuales tiene más necesidad el país en la actualidad, y sobre todo hacia las facultades de tecnología, y dentro de las facultades de tecnología la rama de Construcción de Maquinarias que es muy importante.

Hemos hecho diversos esfuerzos, y en algunos campos estamos avanzando mucho, como en el campo de la formación de maestros y profesores; avanza rápidamente y crece la matrícula de Ingeniería Agronómica, o de la Facultad Agropecuaria; crece la matrícula de los estudiantes de economía; crece, año por año, la matrícula de los estudiantes de medicina. Similar éxito debemos tener con la matrícula de las facultades de tecnología y hacer esfuerzos constructivos y organizativos para impulsar esta Facultad en nuestro país.

Los éxitos del movimiento sindical en estos años se traducen en otras muchas cuestiones: en la cultura, en el movimiento de aficionados, en el deporte. Todos los índices señalan un crecimiento grande de estas actividades. Se han ido formando nuevos cuadros; ha estado funcionando plenamente nuestra Escuela Nacional, aparte de las escuelas provinciales; se imparten cursos no solo a nuestros cuadros, sino a numerosos cuadros de otros países, especialmente latinoamericanos.

Se ha ido ganando mucho en experiencia; se ha ido ganando mucho en organización. Pero, además, algo a nuestro juicio esencial: se ha ganado en conciencia, se ha ganado en espíritu revolucionario. Y una manifestación de ese espíritu, que es el trabajo voluntario, se ha mantenido, se ha perfeccionado y se ha enriquecido. Pocas cosas tan impresionantes como el espectáculo del último Domingo Rojo, el 5 de noviembre, en honor de este Congreso.

Decía que pocos espectáculos tan impresionantes que el de ver cómo se movía masivamente nuestro pueblo trabajador hacia los centros de trabajo, hacia las fábricas, y con qué entusiasmo. Todos los cálculos fueron superados. Se habló de 1 200 000 como meta. Fueron como 1 500 000. Y a mí me parece que fueron más de 2 millones, porque todo el mundo estaba en la movilización. Yo decía en broma que ese domingo había más trabajadores que los días de semana (RISAS); porque tal vez lo más extraordinario es que no hubo ausentismo ninguno ese domingo, a pesar de que era trabajo voluntario. Esa tradición, ese espíritu que fundó el Che en nuestro país (APLAUSOS PROLONGADOS), cómo se mantiene al cabo de 20 años de Revolución.

El compañero Veiga mencionó casi todos los temas principales discutidos en las Tesis y en el Congreso, y no olvidó señalar la importancia del movimiento de los innovadores. Nosotros escuchamos aquí una intervención del compañero de Guantánamo sobre el Movimiento de Innovadores y lo que significa. Lo mismo tienen una enorme importancia las Brigadas Técnicas Juveniles, lo que han estado aportando y lo que son capaces de crear.

Ellos pedían recursos y facilidades, y es correcto; aunque, desde luego, no se puede establecer en cada fábrica un centro piloto. Habrá que estudiar cuáles son los centros que tienen más facilidades, más recursos en cada localidad, en cada región, y ver cómo a través de esos centros se instrumentan las facilidades que ellos pedían para su trabajo.

El distinguía entre el técnico y el innovador, el que inventaba; y habló de que estos últimos no tenían necesariamente que ser inventores pero podían colaborar mucho. Nos parece que ese Movimiento debe recibir la mayor atención y el apoyo por parte de la Administración y del Estado (APLAUSOS).

El XIII Congreso fue un congreso yo diría que más difícil que este. Había algunos problemas peliagudos en aquel Congreso (RISAS). Se planteó la cuestión de la vinculación, entre otras cosas, como eje de aquel Congreso; pero tampoco olvidamos que se plantearon algunas cuestiones, como la Resolución famosa 270, que se hacía insostenible. Fue necesario apelar al espíritu de nuestros trabajadores, a su conciencia, a su comprensión de los problemas para adoptar algunas de las medidas del XIII Congreso. Pero la vinculación fue el eje, el centro; la fórmula de la distribución socialista que ha tenido tanta repercusión en nuestra economía.

Porque son indiscutibles los frutos de la vinculación y de la aplicación del principio correspondiente a nuestra fase, la distribución conforme al trabajo, es decir la distribución socialista.

Y en algunos frentes de trabajo los resultados han sido espectaculares, como es el caso de los portuarios, donde influyó, además, un gran esfuerzo, una buena organización; pero el hecho de que haya crecido la productividad, tres veces, da una idea.

En todos los sectores, prácticamente, se ha visto el incremento de la productividad, en proporción mayor que el incremento del salario, dejando un saldo altamente positivo a la economía del país.

Sin embargo, se hace evidente que no sacamos todo el provecho que podíamos haber sacado de la aplicación de este principio, que su puesta en práctica tiene que seguir perfeccionándose, tiene que seguir profundizándose; superando aquellos aspectos y situaciones en que se cometieron errores, en que no se aplicó de manera correcta y no desalentarnos por las dificultades.

Sobre la agricultura se habló aquí, se habló mucho de la cuestión del campo terminado, de cierto retroceso en la aplicación de esta práctica, que se atribuía a cierto desinterés de la administración, a cierto deseo de evitar el esfuerzo de los controles que se requieren. Algunos dirigentes nos decían que la aplicación de ese principio, en la agricultura, trae como consecuencia obligar a la administración a un mayor esfuerzo y a un mayor control.

Claro está que nosotros no debemos retroceder en la aplicación de la vinculación a la agricultura porque en realidad la agricultura es uno de los campos donde debemos hacer un mayor esfuerzo por la productividad.

A decir verdad, hay algo que el socialismo no puede abolir, hay algo que la Revolución no puede suprimir y es el trabajo. Y nosotros sabemos cómo era la situación en nuestros campos: el desempleo, por un lado; la competencia terrible entre los trabajadores por poder buscar un empleo, que abundaba relativamente en tiempo de zafra y escaseaba después el resto del año.

Nosotros sabemos la historia de los macheteros, a la hora que tenían que empezar a trabajar; los carreteros cómo tenían que estar en el campo a las 2:00 de la madrugada, empezar a cargar en las épocas en que no había alzadoras, no había nada; las condiciones de trabajo en el campo que obligaba a una actividad intensa y dura a los trabajadores agrícolas, a trabajar 12, 13 y 14 horas, a un ritmo intenso.

Todas esas condiciones cambiaron con la Revolución: desapareció el tiempo muerto, desapareció el desempleo, aparecieron oportunidades de trabajo dondequiera, y no solo, por cierto, en la agricultura. Se humanizó el trabajo, la jornada se redujo bastante y no de 14 a 8, porque precisamente se está hablando de la jornada de 8 horas, pero no se puede desarrollar la agricultura si se reduce la jornada de 14 a 4 horas, o a 5 horas, de un trabajo mucho menos intenso; y que la tarea que en el capitalismo hacía un hombre, tengan que hacerla en el socialismo tres hombres. No es así, desde luego, en todos los casos; pero hay casos en que es así.

Claro, el hombre tiene una gran aliada, que es la técnica. Desde el momento en que aparece una alzadora, multiplica su fuerza, multiplica su productividad, y entonces unos pocos miles de hombres hacen el esfuerzo de cargar la caña, que antes cargaban cientos de miles.

Viene la combinada de caña y entonces un hombre hace el trabajo de 50 hombres. ¡Es una magnífica cosa la combinada! O viene la combinada de arroz y sustituye todo aquel corte duro, terrible, de arroz a mano. O viene el avión y siembra arroz, o riega herbicidas.

De modo que la técnica es una gran aliada del hombre y nos permite humanizar el trabajo, nos permite multiplicar muchas veces la productividad del trabajo; pero la técnica lleva tiempo en aplicarse, no todas las actividades están tecnificadas, aunque afortunadamente muchas de ellas sí.

Es ya difícil, incluso, encontrar en nuestro país un ordeñador a mano, difícil; además, no aparecen. Todas las nuevas lecherías son con ordeño mecánico. Pero los que vivieron la época de la ganadería en el capitalismo sabían que un hombre tenía que levantarse muy temprano, amarrar 30 vacas cebúes, que eran bastante ariscas y bastante rebeldes (RISAS), y ordeñar las 30 un solo ordeñador para sacarle un litro y medio, dos litros de leche por vaca.

Se introduce progresivamente la técnica, y en nuestro país después de la Revolución la técnica en las actividades agrícolas se ha introducido de una manera rápida, digamos. Recuerdan ustedes, primero las alzadoras en la caña; después los centros de acopio, después las combinadas y las otras técnicas en la agricultura; pero hace falta trabajo. Se puede buscar la técnica, la técnica ayuda el trabajo, multiplica su productividad, humaniza el trabajo. Esas son las características de la técnica; pero no puede suprimir el trabajo. Puede reducir su intensidad, puede reducir el esfuerzo físico; pero tenemos que saber que el trabajo no puede ser suprimido. Y tanto en las actividades manuales, como en las actividades mecanizadas, o agroquímicas, tenemos que aprovechar la jornada laboral y trabajar con seriedad.

Y es necesario que la administración se tome todas las molestias que sean necesarias para controlar y es necesario que los trabajadores y los sindicatos se tomen todas las molestias que sean necesarias, para crear esta conciencia profundamente y para exigir también, porque todos debemos exigirnos.

Me imagino lo difícil que sea en la actualidad ser un jefe de lote, porque el jefe de lote no es un enemigo de clase del trabajador, no pertenece a otra clase; en el capitalismo sí. Los dueños eran otra clase: los que administraban, los que dirigían, los jefes de lote, etcétera, que se llamaban —no sé ni cómo se llamaban en esa época— capataces, mayorales, administradores, estaban al servicio de los terratenientes y de los propietarios.

Hoy el administrador o el jefe de lote no pertenece a otra clase, no es un enemigo del obrero; salió de las filas de los obreros, y es amigo, pariente, vecino de todos los que trabajan con él. Luego, a ese hombre hay que pedirle y exigirle que exija; hay que pedirle y exigirle que controle, que allí en el trabajo él no es ni vecino, ni compadre ni pariente del otro (APLAUSOS); que su trabajo es exigir y controlar.

Nosotros debemos ser enérgicos y ser muy críticos con la demagogia, con la irresponsabilidad, con la blandenguería, con la ineficiencia, ¡muy críticos! (APLAUSOS), y debemos ser muy críticos con los cuadros blandos, muy críticos. No quiere decir esto ni mucho menos que la exigencia, el cumplimiento del deber se confunda con el despotismo, no, no, no, con la falta de fraternidad, de compañerismo, ¡no, no!

Pero el capitalista era el dueño, andaba vigilándolo todo. Y tenía un empleado allí, de confianza, que tenía que vigilarlo todo. Pues bien, los administradores y los cuadros administrativos son los empleados de confianza de la clase obrera, de los trabajadores (APLAUSOS), y por tanto, los dueños, los propietarios, que son nuestros trabajadores, deben ser exigentes con esos cuadros que administran sus riquezas.

Fácil es la demagogia —ustedes lo saben—, y no en balde ha aprendido tanto nuestra clase obrera, nuestro movimiento sindical en estos años. Fácil es el economicismo —ustedes lo saben—, y una de las armas del capitalismo para impedir y retrasar la Revolución es el economicismo precisamente.

Y el economicismo ha causado dolores de cabeza a más de un proceso revolucionario, antes de que los trabajadores hayan podido adquirir una conciencia de su papel en la sociedad y en la revolución, en su revolución. Porque en tanto la revolución no sea su revolución no es revolución; y en tanto la política no es su política, no es política para el trabajador. Y hace bien en exigir todo lo que pueda exigir. Pero cuando la revolución es su revolución y cuando la política es su política, hay un cambio total de la situación. Porque ya él no puede entrar en contradicción con sus propios intereses. Son legítimas las contradicciones entre los intereses del trabajador y los intereses de los explotadores; pero serían absurdas, imposibles las contradicciones entre los trabajadores y sus intereses como trabajadores en esa identificación que se produce con el socialismo.

Por eso hay que ser exigente, hay que criticar la demagogia, la debilidad y decirle al administrador: exígeme, decirle: exígeme, porque ese es tu deber. Y si no me exiges no eres un buen administrador (APLAUSOS). Porque la clase obrera, el trabajador, el obrero, no necesita compadres administrando; no los necesita.

Y ese es otro de los importantes papeles de contrapartida que tiene el movimiento sindical.

Y este tema es interesante, muy interesante, sobre todo cuando hay visitantes y representantes del movimiento obrero de otros muchos países. ¡Sí, sí!

Debo decir, en primer lugar, que nosotros no hemos tenido problemas de economicismo jamás en nuestra Revolución, ¡jamás! (APLAUSOS)

Desde los primeros brotes en los primeros momentos en que se advirtió sobre este problema, frente a ciertas consignas erróneas, hay que ver la comprensión, la claridad con que estos problemas fueron vistos por nuestros trabajadores; y nosotros no hemos tenido esos problemas de economicismo en el proceso revolucionario. Y si por algo se caracteriza nuestro movimiento obrero es por esa conciencia política tan elevada que posee.

Pero este es un tema muy interesante.

Los obreros, los trabajadores y el movimiento sindical tienen dos tareas, dos tareas: primero, su primer deber, el primer deber de los trabajadores en la Revolución es construir el socialismo, ¡ese es su primer deber! (APLAUSOS), y en pro de todo lo que contribuya a la construcción del socialismo, porque es su socialismo, su sociedad, su riqueza no es de nadie; es su riqueza, del país, del trabajador.

Tiene —como muy bien se ha señalado aquí— el otro papel: el de velar por los intereses de los trabajadores como trabajadores específicos de tal rama, de tal centro, por sus derechos, por todas las prerrogativas que el Estado socialista le concede de proteger los intereses de los trabajadores contra cualquier incomprensión, arbitrariedad, injusticia; tiene que ser exponente de los intereses de los trabajadores como tales trabajadores, todos sus problemas, como han sido planteados aquí en este Congreso, como han sido planteados en las tesis, todos los intereses legítimos, justos de los trabajadores en todos los terrenos, en todos los sentidos. Deberes y derechos de los trabajadores: esclarecerlos, exponerlos, exigirlos, defenderlos.

Esa es la tarea de nuestro movimiento sindical. Pero, desde luego, quien venga de un país capitalista... Y los capitalistas quieren hacer campaña contra el movimiento sindical en el socialismo, y lo pretenden presentar como apéndice de la administración. Eso es lo que inventan los ideólogos y los mentirosos propagandistas del capitalismo. Pero no hay que desanimarse por eso. Se lo decimos a los representantes del movimiento obrero que vienen de los países capitalistas. Lo que ocurre es que en el socialismo se produce la milagrosa identidad e identificación entre los intereses de los trabajadores y los intereses de todo el pueblo, que es, por supuesto, un pueblo trabajador (APLAUSOS). Se produce el fabuloso milagro social en que el pueblo trabajador se convierte, por primera vez en la historia, en dueño de su trabajo y dueño de las riquezas del país.

Y por eso tenemos armonía en la sociedad socialista y tenemos este movimiento obrero.

¡Ah!, este movimiento obrero sería el ideal de un capitalista, el ideal, desde luego. ¿Un movimiento obrero hablando de la producción y de elevar la productividad y de mejorar la calidad y de elevar la cultura? ¿Un movimiento obrero hablando incesantemente de ampliar las riquezas? ¡Eso quisiera un capitalista! Eso no le pasa por la mente a un capitalista, porque para un capitalista el sindicato es el demonio revivido (RISAS Y APLAUSOS).

¿Huelgas? ¿Quién habla de huelgas en un proceso revolucionario, en un proceso socialista? Y en el capitalismo no se habla nada más que de huelgas y huelgas a todas horas, huelgas todos los días, y siempre está parado algo en el capitalismo. Un día se paran las estaciones de televisión; otro, se paran los controles aéreos, y se crean catástrofes y se crea un caos en el mundo, porque los controladores de los vuelos se declaran en huelga. Otras veces tenemos el caso de Nueva York, que se pasó no sé cuántas semanas sin periódicos, porque estaban en huelga. Lo más habitual en la sociedad capitalista es ese caos y ese desorden. Y es lógico, es lógico, por la contradicción existente entre el obrero y el capitalista.

Lo que nosotros, nosotros, los gobernantes revolucionarios... No me refiero a otros, tengo que referirme a nosotros solos, porque hay muchos gobernantes revolucionarios y socialistas en el mundo y yo no puedo decir algo aquí que aluda a los demás. Me puedo hacer una autocrítica, o podemos hacernos una autocrítica nosotros, pero no se la podemos hacer a los demás, porque ya no es autocrítica, sino critica (RISAS). Nosotros lo que somos es ineficientes, ¡ineficientes! La ineficiencia está en nosotros, los administradores, los dirigentes, que pudiéramos hacer las cosas mucho mejor y no las hacemos, que podemos ser mucho más eficientes y no lo somos; que tenemos una colaboración para impulsar la economía, para impulsar los trabajos, para impulsarlo todo, que jamás la tiene un capitalista, y disponiendo de todas estas ventajas, aunque avanzamos —nadie va a negar que avanzamos, y avanzamos mucho— podríamos hacerlo mucho mejor.

Estamos absolutamente convencidos de que trabajamos en condiciones óptimas desde el punto de vista humano y social, desde el punto de vista subjetivo, desde el punto de vista del trabajador, que es el creador de las riquezas. Podemos tener otros problemas de subdesarrollo, de bloqueo, de escasez de materias primas, de muchas otras cosas, pero el aporte, el esfuerzo, la colaboración que ofrece para todo el trabajador, ninguna sociedad del mundo la ha tenido, ningún dirigente burgués del mundo la ha tenido, ningún capitalista la ha tenido jamás. Ah, pero el capitalista es una fiera defendiendo su fábrica, y defendiendo la materia prima, y defendiendo los costos, defendiéndolo todo a base de una contradicción feroz con el obrero, y defendiendo sus intereses de capitalista con ayuda de todo el mundo: del ejército, la policía, los jueces, el Parlamento, la prensa. Todo al servicio de esos intereses. Pero él es una fiera. Y es eficiente. No podemos negar que el capitalista administrando su fábrica suele ser eficiente.

¿Qué debemos pedirle al administrador socialista? Debemos pedirle que sea más eficiente que el capitalista, ¡más eficiente, como regla! Y no porque sea un propietario, porque él no es propietario de ninguna fábrica, sino porque está administrando una fábrica de los trabajadores, está administrando una fábrica del pueblo.

Si es una central termoeléctrica, ya no es la central termoeléctrica esa de la K-listo Kilowatt, como le llamaban aquí en el pasado, la Compañía Eléctrica, o si es un centro telefónico, o si es un camión, o si es un ómnibus, no es de ninguna empresa transnacional o multinacional de transporte, ni está defendiendo ninguna mina extranjera, ninguna fábrica extranjera, ningún central azucarero propiedad de extranjero. Y precisamente, como los obreros comprenden eso y lo ven tan claro, es por eso que se llega a una fábrica y se descubre un interés de los trabajadores enorme por la producción, un cariño por la fábrica, un amor tremendo, una disposición a hacer todo lo que sea.

Quiere decir esto que los obreros, en su papel de obreros, ven esto mucho más claramente que los administradores salidos de la clase obrera, porque son de la clase obrera (APLAUSOS), en su papel de administradores. Y no es que quiera hacerles críticas gratuitas a los administradores, pero comprendo las realidades.

Claro está, también ¿de dónde salieron nuestros cuadros administrativos? Por regla general no salieron de la burguesía; salieron fundamentalmente del seno de los trabajadores, no tenían experiencia, no tenían muchos conocimientos técnicos. Se han ido desarrollando cuadros. Hay que decir que estas opiniones no pueden generalizarse, sino me refiero a una cierta actitud. Estoy hablando, estoy meditando un poco sobre la actitud con que tiene que trabajar cada cual, la actitud con que tienen que trabajar los obreros, los trabajadores que están en la producción directamente, y la actitud con que deben trabajar los trabajadores que están en la administración. Porque estoy seguro de que si fuéramos más eficientes, aprovecharíamos óptimamente los extraordinarios factores subjetivos que existen en un proceso socialista a favor de la producción.

Creo que tenemos un magnífico movimiento sindical, el cual deberá continuar mejorándose y continuar perfeccionándose; pero es magnífico nuestro movimiento sindical. Podemos decir que nuestro proceso revolucionario puede sentirse en realidad satisfecho del papel, del rol que están jugando nuestros trabajadores y nuestro movimiento sindical (APLAUSOS).

Y nadie piense que el movimiento sindical es un apéndice de la administración, nadie lo piense. Si vemos bien las cosas podríamos no hablar de apéndice, pero podríamos decir con toda justicia que la administración socialista, el Estado socialista, es un instrumento de nuestros trabajadores (APLAUSOS); la administración en nuestro país es un instrumento de nuestros trabajadores, de nuestra clase obrera y sus organizaciones políticas y sindicales. Eso es lo que se puedo decir.

Y es difícil que en ningún país capitalista, muy difícil, absolutamente imposible, los trabajadores discutan como discuten en nuestros sindicatos y participen como participan en nuestros sindicatos; en dos palabras, porque en la sociedad capitalista no tienen ninguna participación. Y aquí la participación es en todos los terrenos: es la participación en la dirección del Estado, la participación en el Partido, la participación en todas partes; porque en el organismo ejecutivo más importante del Estado, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, en todas sus reuniones está presente y participa el dirigente del movimiento sindical cubano (APLAUSOS), y está presente para coordinar y plantear y recordar constantemente lo que son los intereses generales y los intereses específicos de nuestros trabajadores.

Nosotros estamos muy contentos de nuestro Congreso y de la nutrida presencia de representantes del movimiento sindical internacional, de los representantes de los hermanos trabajadores de los países socialistas y de los representantes de los hermanos trabajadores de países de América Latina, Africa y del llamado Tercer Mundo en general y también de países capitalistas desarrollados, estamos muy contentos, muy satisfechos de que ellos hayan podido ser testigos del desarrollo de este Congreso (APLAUSOS).

Y les advierto que una de sus características fue el más amplio espíritu democrático y el espíritu de crítica y autocrítica, desde la base, desde cuando empezó hace un año la preparación para el Congreso, con métodos absolutamente democráticos.

Los delegados han hablado con toda libertad, con toda amplitud, de cualquier tema que hayan querido hablar, y han elegido a sus dirigentes. Y pensamos que los han elegido muy bien.

Se votó; algunos de los más destacados y valiosos dirigentes de nuestro movimiento sindical sacaron unos cuantos votos en contra. Recuerdo que, cuando se leían los números de los votos, había incluso algunos murmullos, y yo decía: "¡Muy bien, muy bien!" Primero, porque el derecho a votar en contra es uno de los derechos más sagrados de cualquier delegado (APLAUSOS). Empecemos por respetar eso y sentirnos satisfechos de eso. Y segundo: porque el trabajo de dirección es un trabajo difícil y un trabajo complejo y un trabajo duro, y los criterios de los dirigentes muchas veces tienen que chocar. Y puede haber casos en que no le dieron la razón a un compañero que crea hasta la muerte que la tenía, y que se ha cometido una injusticia, en una promoción, o en una no promoción, o en una democión; todo eso puede haber.

Y desde luego, a los dirigentes tenemos que pedirles y exigirles que exijan. No puede, no debe haber dirigentes blandos (APLAUSOS), no debe haber dirigentes evitando contradicciones, no debe haber dirigentes evitando problemas, no debe haber dirigentes pensando en el Congreso, no debe haber dirigentes que se preocupen; si han trabajado conscientemente, responsablemente, seriamente, honestamente, no deben preocuparles los votos en contra.

Claro está, claro está que el criterio inmensamente mayoritario de nuestros trabajadores es un criterio revolucionario justo, sobre todo justo, y evalúa. Y nosotros esperamos de nuestros trabajadores que sean exigentes con los dirigentes y que les exijan que exijan, y se valore el trabajo de cada cual. Porque los hombres, como hombres, pueden equivocarse, desde luego, es incluso algo común; pero lo importante es la rectitud, la pureza de principios, la honestidad. Y claro está, el papel del dirigente no es solo dirigir o solo exigir, sino también mucho comprender, ayudar, enseñar. Y debemos exigir del dirigente, sobre todo, que sea honesto, que nunca ande con politiquería, ni con demagogia de ninguna clase. Y, bueno, creo en realidad que en nuestro país ese tipo de dirigente no puede existir, porque la masa lo rechaza así, lo repele, puesto que nuestra masa es alérgica a la demagogia y a la deshonestidad (APLAUSOS).

Nosotros conocemos personalmente el trabajo de muchos de esos dirigentes que ustedes han elegido. Y el proceso eleccionario en nuestro país es un proceso complejo y riguroso, empezando porque en nuestro país nadie aspira, ni puede aspirar. Eso no se conoce en el socialismo, a un individuo aspirando a un cargo, a algo. En la revolución eso no se puede ni concebir, a un tipo postulándose, poniendo un cartelito; vote por Cheito, vote por el otro (RISAS). Eso no existe en el movimiento obrero, ni en los delegados. Ustedes saben cómo son las nominaciones de candidatos en el Poder Popular. Lo que va destacando a un cuadro es su vida, su conducta, su trabajo; el concepto del pueblo, el concepto de las masas, el concepto de los trabajadores. Y por lo pronto aquí nadie aspira.

Y hay que tener en cuenta que nuestro movimiento sindical sufrió un golpe durísimo, muy duro, apenas concluido el XIII Congreso, que fue la muerte del compañero Lázaro Peña (APLAUSOS). Todos recordamos el dolor con que nuestro pueblo, y en especial nuestros trabajadores, recibieron aquella tragedia, aquella pérdida irreparable, y lo difícil que era encontrar un cuadro sustituto del compañero Lázaro Peña.

En aquellas circunstancias, que era preocupación de todos nosotros y de la Dirección del Partido, no fuimos nosotros quienes de dedo sugerimos o señalamos a un cuadro. Nosotros nos reunimos con la dirección del movimiento sindical de una manera absolutamente libre, y les pedimos que valoraran la cuestión durante horas, hasta que llegaran a criterios prácticamente unánimes de proponer y elegir a un compañero para ocupar el lugar de Lázaro Peña. Y la dirección del movimiento, pensándolo, meditándolo concienzudamente, eligió al compañero Veiga (APLAUSOS).

Creo que uno de los méritos más grandes del compañero Veiga es haber tenido que asumir una tarea tan difícil, y virtualmente tan imposible para un cuadro joven del movimiento obrero, como la de sustituir, u ocupar el lugar, el cargo que desempeñaba Lázaro Peña.

Y nosotros los hemos visto trabajar, a él y a todo el colectivo de la dirección durante estos años, haciendo un esfuerzo realmente enorme; sin la autoridad, sin la experiencia, sin aquel reconocimiento universal que tenía el compañero Lázaro Peña. Y no obstante esas difíciles, adversas circunstancias, han realizado un extraordinario trabajo.

Y nosotros los conocemos porque tenemos contacto con ellos, porque participan en las reuniones del más alto nivel del Estado, porque los hemos visto actuar a estos compañeros; hemos visto su comportamiento, su preocupación, su honestidad, su firmeza. Siempre que se ha tratado de discutir un problema que atañe a los trabajadores, que les interese a los trabajadores, que afecte a los trabajadores, ellos han sabido responder perfectamente a su doble condición de dirigente del país, de dirigentes del Estado, de dirigentes del Partido y de dirigentes de los trabajadores. Y su misión fundamental, en el seno de la dirección y del Partido, en verdad, sin ignorar jamás por parte de ellos los intereses generales de la Revolución, el papel de ellos ha sido estar pendientes de cada detalle y de cada cosa que interese directamente a los trabajadores. Y nosotros somos testigos de eso.

Por eso, felicitamos a los delegados del Congreso y felicitamos al Consejo Nacional, por la elección que han hecho del Secretariado y del Comité Nacional (APLAUSOS PROLONGADOS).

En este Congreso se ha planteado a lo largo del proceso, por determinados centros de trabajo, por diferentes personas, diversos problemas, algunos de los cuales fueron señalados aquí. Se plantearon, por ejemplo, las dificultades de la mujer trabajadora. Ese es un problema que se viene planteando desde hace tiempo. Recuerdo bien, sobre todo, aquellas asambleas de producción que se hicieron después de 1970. En muchos lugares se planteó con mucha fuerza la cuestión del sábado. Y nosotros, habiéndole dado todas las vueltas posibles a esta cuestión del sábado, siempre llegábamos a la conclusión, dado los procesos productivos en que participaba gran número de mujeres, de la imposibilidad en las actuales condiciones de adoptar la medida de suprimir el trabajo el sábado y reducir la jornada de las mujeres a cinco días de trabajo. En muchas industrias aquello no tenía solución.

Luego surgían otras iniciativas, otros planteamientos; porque el planteamiento no nacía del deseo de las mujeres de buscar un privilegio de ninguna clase, sino de los problemas que tenían en el hogar, y sobre todo de los problemas que tenían con los hijos.

Esos problemas se han presentado también con las vacaciones. Sabemos que muchos centros de trabajo están llenos de muchachos en las vacaciones, porque no van a la escuela y van con la madre al centro de trabajo.

Por eso se han hecho planes vacacionales. Para ayudar a estos problemas de las madres trabajadoras se ha hecho y se está haciendo un gran esfuerzo con los círculos, campamentos vacacionales, etcétera. Pero recuerdo que una de las cosas que más se planteaba era por qué no funcionaban el sábado las escuelas, o los seminternados. Siempre se ha discutido eso. Y si bien no nos parece posible la solución de reducir la jornada, tomando en cuenta la etapa actual, la situación actual, sí debemos esmerarnos por encontrar soluciones a ese problema.

Los maestros, como ustedes saben, tenían un programa muy intenso, y eso se ve en las asambleas de maestros. Porque cuando venía la asamblea del sector de la Industria Ligera usted escuchaba unos planteamientos y cuando venía la asamblea de los maestros eran otros. Se quejaban de que los iban a volver virtualmente locos, entre las reuniones que tenían, las obligaciones de distintos tipos, en la escuela, en el sindicato, a veces en el Partido, en la Juventud, en la FMC, en los CDR, más los planes de educación, los maestros iban a terminar todos locos, pues tenían además que capacitarse. Y en estos años, en estos años han hecho un gran esfuerzo, en ese sentido, para adquirir sus títulos. Pero me decía, el compañero Fernández —que alguna culpa tiene de que no se haya resuelto ese problema, seguramente (RISAS)—, que ellos estaban analizando, para más adelante, dicen que todavía en 1979 no; pero para 1980 —no dijo qué mes (RISAS)—, el Ministerio de Educación estaría en condiciones de dar clases los sábados en la primaria (APLAUSOS). Ustedes aplauden, pero estoy seguro de que si fuera una reunión de pioneros aquí no habría muchos aplausos (RISAS). De modo, que al menos esa noticia, ¿cómo lo vamos a resolver? Creo que hay que pensarlo bien si conviene o no dar clases los sábados; pero ya es una esperanza, por lo menos, de encontrar una solución a este problema, que tantas veces se ha planteado de las dificultades que tienen las madres trabajadoras los sábados con los hijos.

Se plantean también cosas relacionadas con el círculo infantil. De tal manera se plantean estas cuestiones, que a nosotros nos parece que debemos tomarnos el empeño de ver realmente qué cosas se pueden y se deben hacer, para dar respuestas a las preocupaciones justísimas que tan reiteradamente presentan las madres trabajadoras, con relación a estas cuestiones, incluidas las que plantean que tienen tres turnos en sus centros, que le tocan distintos turnos, si la posibilidad del círculo nocturno y círculo a tal hora. En fin, yo creo que tenemos el deber de encontrarle alguna solución a este problema, porque no puede ser incapaz el Estado socialista de encontrar alguna forma de solución a ese problema tan repetidamente planteado por las madres trabajadoras.

Se plantearon aquí problemas vacacionales. Nosotros no podemos ofrecerles realmente y realistamente, no podríamos ofrecerles que las capacidades vacacionales puedan crecer espectacularmente. Yo creo que esta tragedia de las vacaciones nos va a acompañar bastante tiempo y hasta quizás toda la vida. Y tomen en cuenta que yo soy optimista, ya lo dije, porque hay problemas de concepciones. Nosotros hemos estado analizando eso.

No se trata de que los planes vacacionales han perdido capacidad, que efectivamente han perdido, porque han pasado al turismo internacional parte de ella, ha habido una pérdida. Eso puede discutirse qué nos conviene más; si tener más capacidades, o recibir más divisas del turismo.

El turismo no nos gusta, no nos gusta realmente; pero el turismo es simplemente una necesidad económica de la Revolución.

No somos —como hemos dicho otras veces— un país petrolero, no nos podemos ganar las riquezas fácilmente. Uno de nuestros recursos naturales es el mar, el clima, el sol, la luna, las palmeras, etcétera, son las riquezas naturales de nuestro país, y tenemos que aprovecharlas aunque no nos guste el turismo.

Decíamos: bueno, ¿el turismo qué, nos va a corromper? Y nosotros nos preguntamos: ¿Somos tan chiquiticos y tan indefensos que nos van a corromper? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") Y yo les pregunto a los trabajadores si algo nos va a corromper a nosotros (EXCLAM ACIONES DE: "¡No!") Y si nosotros no somos suficientemente fuertes (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") Creemos que lo somos y podemos recibir a turistas y recibir a quien sea, recibir a quien sea, sí. Lo digo porque está sobre el tapete esto, si recibimos alguna gente en nuestro país (APLAUSOS).

Vamos a partir de un principio. Vamos a partir que la Revolución tiene una política, una política firme y una política revolucionaria. Además, la Revolución actúa con las masas y apoyándose en su infinita, absoluta y total confianza en las masas. Y por eso decíamos algunas de estas cosas.

Una Revolución que va a cumplir 20 años, fuerte, sólida, indestructible, que ha sido capaz no solo de defenderse ella victoriosamente y aplastantemente, sino ha sido capaz de ayudar a otras revoluciones a defenderse también (APLAUSOS).

No vamos a vivir en la asepsia total, por eso dijimos: bueno, hay que recibir a los turistas, pues vamos a recibir a los turistas. Y aspiramos a desarrollar esa fuente de ingreso.

Mucho mejor es una mina de oro. Mucho mejor es encontrarse con que uno de los mogotes de Pinar del Río en vez de piedra caliza, sea oro puro, macizo (RISAS). Y entonces poder decir: no vamos a utilizar el sol, ni la luna, ni las estrellas, ni las playas, ni las arenas blancas de Varadero, etcétera, etcétera. ¿No? Pues no.

Pero hay que ser realistas y conocer las realidades y por eso sí vamos a desarrollar el turismo. ¿Los turistas van a influir en nosotros? Puede ser a la inversa, a la inversa, señores (APLAUSOS). Quien tiene la razón, quien es fuerte ideológicamente, quien es fuerte políticamente, quien está seguro revolucionariamente puede recibir a quien sea (APLAUSOS PROLONGADOS).

Y es difícil, es difícil y por lo pronto en todo este hemisferio y en una buena parte del mundo, es difícil encontrar un pueblo con tanta confianza en sí mismo como el pueblo cubano.

Y volviendo al tema vacacional, decíamos que algunas instalaciones pasaron a otro tipo de turismo, algunas pasaron. Eran tan pocas, que es mejor que no hubieran pasado y se hubieran preservado. En realidad las primeras construcciones que hizo la Revolución para el turismo, no lo hizo pensando en un turismo internacional, lo hizo pensando en turismo nacional. Los hoteles que se fueron construyendo fueron para el pueblo, los centros turísticos para el pueblo.

Las necesidades de desarrollar el turismo internacional surgieron después como una realidad. No se ha hecho un gran programa de construcciones hoteleras para el turismo, ni nacional, ni internacional. Quizás se puede producir un desarrollo acelerado del turismo internacional, cosas veremos. A lo mejor son muchos los que quieren venir aquí. Claro, el que venga aquí. Ya sabe que no va a venir a ver casinos, ni prostíbulos, ni cosa por el estilo, ni encaramarse en la Estatua de Martí ni nada de eso, no, no, no (APLAUSOS), ni droga, ni juego, ni prostitución ni nada de eso, por supuesto.

Pero quizás haya necesidad de construir aceleradamente cierto número de hoteles. Partiendo de nuestras realidades económicas debemos dar preferencia en las inversiones que hagamos, al turismo internacional antes que el nacional.

Tenemos que seguir pensando cuál es la solución en el socialismo de los problemas vacacionales cuando esto se convierte en un derecho y una posibilidad de todo el pueblo. Porque si seguimos con el criterio anterior de que hay que ir a las playas nada más que en el mes de julio y agosto, exclusivamente, y todos los trabajadores y todas las familias quieren ir a la playa nada más que en julio y agosto, porque además coincide con las vacaciones de los niños, será imposible jamás resolver con esos criterios la cuestión de las vacaciones. Hay que aprovechar las instalaciones que se dispongan todo el año. No puede haber otra forma, porque para la otra variante todo el mundo en el mes de agosto con los muchachos requeriría, en realidad, requeriría construir Nueva York en Cuba (RISAS), requeriría construir en las playas —y no sé en qué playa, porque no tenemos tantas ni son tan grandes— construir fuera de las ciudades para vacaciones la ciudad de Nueva York; no para vivir.

Y nosotros tenemos que construir la ciudad de Nueva York, sí, tenemos que construirla en los próximos años, es decir, tantas casas como las que hay en Nueva York, prácticamente; pero para vivir, no para los planes de vacaciones. Hay que ser realistas (APLAUSOS), para vivir en esas casas; no para los planes de vacaciones.

Hay que profundizar cómo debe desarrollarse el urbanismo nuestro de alguna forma, si los programas de piscina para las escuelas pueden servir también para los adultos, algo como lo que hemos empezado a hacer en Santiago de Cuba y en algunas ciudades del interior, y ver cómo se resuelven distracciones y recreaciones, como se utilizan incluso las instalaciones todo el año, y cómo podemos hacer la vida más agradable sin tener que pensar en la aspiración imposible y loca, absurda, de irnos a construir un Nueva York en Varadero, o no sé en qué otro lugar, en cualquier otra playita por ahí, en Guanabo o en otro sitio.

Y ese es el problema.

Tenemos que meditar en esto, tenemos, desde luego que detener ya la pérdida de recursos habitacionales, estudiar cómo pueden utilizarse incluso esos hoteles que construyamos para el turismo internacional en función del turismo nacional una parte del tiempo, es decir, del descanso de los trabajadores, en lo posible; digo en lo posible, porque lo perfecto, y lo ideal, y lo que más nos gustaría a todos, desde el punto de vista humano, no está al alcance de las manos de este país, como es proporcionar vacaciones turísticas a todo el mundo, y barata, porque cada uno de esos problemas choca con otros. Porque entonces empieza a sobrar dinero, no se recauda dinero, caemos en un exceso de circulante.

Todos esos problemas tenemos que analizarlos. No se trata de que algo se pueda hacer y no se quiera hacer. Es algo que hay que ver y ustedes tienen que pensar.

Se ha creado una comisión precisamente. El Buró Político, donde este problema se planteó, creó una comisión para estudiar esto. Bueno, vamos a estudiarlo, vamos a encontrar fórmulas, vamos a encontrar respuesta por lo menos, respuestas claras, respuestas lógicas: qué hacer, cómo lo vamos a hacer, qué posibilidades hay; pero digo la verdad, digo la verdad, sinceramente. Si de repente nosotros tenemos ciertas capacidades en los hoteles que estamos construyendo para turismo nacional, y con la esperanza de utilizarlo en julio y agosto para el turismo nacional, si de repente viene una inundación de turistas internacionales y el país necesita esos recursos, no nos quedaría más remedio que darle preferencia al turismo internacional, no nos quedaría más remedio (APLAUSOS) .

Las vacaciones son agradables y son necesarias. Si precisamente otro de los problemas que se ha discutido es la cuestión de las vacaciones no pagadas.

Cuando en el Buró Político se discutió este problema, cuando estábamos discutiendo el Proyecto de Ley de Seguridad Social, bueno, pues se deben 110 millones de pesos de vacaciones a un número de trabajadores, 110 millones de pesos de vacaciones no recibidas, que continuaron trabajando, que continuaron el proceso productivo. Bueno, pues esos no son los objetivos de las normas que establecen las vacaciones.

Creo que una de las primeras cosas que debemos resolver es ese problema.

Algunas asambleas o algunos centros de trabajo habían planteado que esas vacaciones que les deben se las paguen al final porque a algunos le deben como seis años, cuando llegue la jubilación. Yo realmente dije: no sabía que le estábamos robando a los obreros (RISAS); no lo sabía, porque creo ciertamente, ciertamente, que si a alguien le toca sus vacaciones, no las toma, trabaja ese mes por interés del país y se le paga el mes con lo mismo que se le iba a pagar de vacaciones, le estamos robando. Esa es la verdad. No podíamos nosotros decir de repente: bueno, saquen esos 110 millones, y paguen en dinero esas vacaciones, porque no es conveniente que resolvamos así, abruptamente, impensadamente, aunque es un robo, lo digo, técnicamente es un robo (RISAS). Nadie ha tenido la intención de robar, pero han terminado robando las vacaciones estas en determinados casos (RISAS).

Bueno, esa es una de las primeras cosas que hay que resolver, que conseguir; solo por circunstancias muy excepcionales, altamente justificadas, aplicar el criterio: mira, no tomes las vacaciones ahora, pero tómalas después, garantizar que todo el mundo tenga su descanso, si no es en Varadero por lo menos en su casa, o en el parque, o en el cine, o en el parque "Lenin", o caminando por una avenida de La Habana, en fin, o en el Malecón (RISAS), bueno, en el Malecón; pero que empecemos garantizando que todo el mundo tenga su descanso.

Eso es lo primero. Ya después nos haríamos ilusiones si creemos que todo el mundo en julio y agosto va a tener un lugar donde ir, porque es que todo el mundo escoge esos dos meses, y luego el resto del año muchas de esas instalaciones están vacías.

¿Podemos por ese camino resolver el problema? ¿No será mejor que seamos realistas, que pensemos? Yo decía eso: si hay que darle preferencia al internacional lo damos, aunque nos gustaría mucho más que un trabajador, un obrero abnegado de nuestra industria estuviera allí. Eso es lo que más nos gustaría; pero hay otros problemas que tienen prioridad. Preferimos que ese obrero cuando necesite una medicina la tenga, cuando necesite el mejor tratamiento médico lo tenga, cuando necesite el mejor especialista, lo tenga; preferimos que sus hijos tengan todas esas atenciones (APLAUSOS); preferimos que los hijos de ese obrero se alimenten, que tomen leche, que reciban una educación esmerada, que se preparen para el mundo de mañana; preferimos que esa familia tenga seguridad, que esa familia tenga empleo. Es decir, hay cosas que están priorizadas en las cuales tenemos nosotros que invertir las divisas de este país, y los recursos. Porque cuando se recibe un millón de dólares, 10, 100, los que sean, todo eso va directamente a la educación y la salud, a la economía del país, a las necesidades del país, al desarrollo del país, a pagar una fábrica nueva, a resolver los problemas del transporte, el problema de otro tipo, de las piezas, etcétera, etcétera, etcétera (RISAS). Y por eso tenemos que ser realistas.

Es imposible, no se pueden pensar cosas erróneas, creo que hay que ir desarrollando una concepción, una concepción de cómo deben ser las vacaciones en nuestras condiciones y las vacaciones en el socialismo, y en un país pequeño, que tiene ya casi 10 millones de habitantes.

Yo les explicaba a algunas personas que nosotros tenemos tantos habitantes por kilómetro cuadrado como China. Históricamente se dice que China es un país superpoblado; pues si China es superpoblado, nosotros somos superpoblados también, porque tenemos más o menos los mismos habitantes por kilómetro cuadrado. Sacaba otro ejemplo, y decía: bueno, cuando nosotros exportamos 7 millones de toneladas de azúcar, extraídas de nuestros campos, a pesar de la densidad de población por kilómetro cuadrado, es como si China estuviera exportando 700 millones de toneladas de alimentos al año. Y yo realmente no sé lo que exporta China, pero dudo de que exporte 7 millones de toneladas de alimentos. Lo dudo. Pero quiero decir que nosotros, en nuestro pequeño país, nuestro pueblo, de su tierra, extrae alimentos para exportar en cantidades considerables per cápita.

Hay estas realidades. Ahora, imagínense que nosotros sigamos con la vieja concepción capitalista de cómo se pasan las vacaciones. No puede ser. Y hay que meditar sobre eso. Estos problemas son de este tipo de problemas que hay que profundizar realmente, y elaborar una respuesta a la cuestión. Yo no la tengo, pero sí creo que tenemos que pensarla, y educarnos al menos en las realidades, para que no parezca que es por la mala voluntad de alguien por lo cual no hay en el mes de agosto un cuarto en un hotel en una playa. Porque está hasta el problema de si lo cobramos más caro o más barato. Bueno, estamos de acuerdo en que los planes vacacionales se cobran baratos, pero si le damos a todo el mundo unas vacaciones turísticas baratas, yo no sé de dónde va a salir el dinero para eso. Realmente no lo sé.

También se plantearon cuestiones del salario histórico. Creo que eso se discutió aquí. Algunos hicieron distintos planteamientos en la base. En general el criterio es que este salario histórico nos ha dado tantos dolores de cabeza y ha creado tantas desigualdades que hasta nos obligó a la ley de la Asamblea Nacional. Y por ello debemos ser firmes en la lucha consecuente contra la generación de nuevos salarios históricos. Esta ha sido una batalla larga. Si empezamos a retroceder en esto, no ganamos jamás esta batalla, y va a continuar el caos que el salario histórico significó.

Recuérdense que aquí, en el XIII Congreso, se hablaba, con respecto al salario histórico, en forma más drástica. Se hablaba de hacerlo desaparecer. Y nadie ha hecho desaparecer los que existían, porque nosotros sabemos lo duro que es, que nos va a buscar otros problemas. Que mejore, que se califiquen, etcétera. Pero llegó un momento en que nos resignamos con este principio: que por lo menos no se creen nuevos salarios históricos y así con el tiempo desaparecerá este tipo de salario. Se lo digo. Y empezamos a aplicar esta política en todas partes, en el Partido; en la Dirección del Partido al discutir un cuadro: bueno, este cuadro nos hace falta para tal cosa, es muy bueno para tal cosa. Ah, pero tiene un salario de tanto, está por encima del que gana aquí. Y nosotros hemos dicho: pues nos privamos de ese cuadro, no lo traemos. Cuando la diferencia no es mucha, nos atrevemos a proponérselo y decirle: mira, vas a ganar un poco menos, pero este es un trabajo determinado, necesario. Cuando es mucha, no nos atrevemos ni a proponérselo, porque el hombre a lo mejor viene y tenía un salario histórico --y hay salarios históricos aquí relativamente altos—, y viene el hombre a trabajar entonces en el Partido con salario mucho más bajo, y al cabo de un mes, o dos, o tres, o cinco, el hombre entra en crisis. A lo mejor adquirió compromiso con una tía, una abuela, una tía abuela, todos esos compromisos que se adquieren, y de repente, cuando le cortan por la mitad el sueldo al hombre, vamos a tener al hombre loco o al hombre suicidado.

Nosotros mismos en el Partido hemos sido inflexibles. ¡Ni un solo caso! Yo creo que eso es lo que deben hacer todos los organismos, todo el mundo: aplicar la ley y aplicar los principios del salario histórico de manera estricta, ¡estricta!, a fin de evitar nuevos salarios históricos. No hay otra forma de ganar esta batalla, y no debemos dejarnos derrotar por este problema.

Se habló aquí de las medidas pendientes del XIII Congreso, había varias. La cuestión de revisión de los calificadores, perfeccionamiento del pago por condiciones anormales. Es cierto que algunas de las ideas del XIII Congreso no han podido ser aplicadas. Veiga explicó en el Informe Central que eso significaba 300 millones más de salarios al año. Bueno, 10 años, 3 000 millones. Ya se había producido un incremento de salario por encima de lo estimado en la vinculación. No siempre la vinculación arrojó el resultado. Estos problemas que explicamos. Y se fue cauteloso en esto. Está todavía el problema de las categorías 1 y 2 en la agricultura. Hay algunos de estos problemas, y lo sabemos y estamos conscientes de ellos.

Los problemas de salario es algo que hay que tratar con mucho cuidado, porque cualquier medida aislada tiene siempre repercusiones imprevisibles. Lo sabemos, lo sabemos, porque hemos cometido equivocaciones. A veces hemos ido a resolver un problema en un lugar determinado, en un sector determinado, muy importante, miles de argumentos en favor de eso, hemos aumentado el salario allí para resolverlo, y hemos creado tremendo problema.

Yo, si quieren, les cito un ejemplo: los salarios a los profesores universitarios fueron aumentados hace un tiempo por el interés —y fue una medida aislada— de priorizar las universidades, por obtener profesores. Por todas esas razones. Y sabemos las implicaciones que ha tenido la medida de que ya muchos no quieren estar en ningún otro lugar: quieren ir de profesores, mucha gente quiere ir de profesor para la universidad. Hay un economista, entonces en JUCEPLAN gana menos, y necesitamos al economista en JUCEPLAN, al economista en otro lado, en el otro.

Recientemente estábamos discutiendo la cuestión de un tribunal de arbitraje. Bueno, para el tribunal de arbitraje iban a hacer falta unos magistrados del Supremo, o de ese nivel, de ese nivel. Y entonces, pues, estábamos obligados a ponerles el mismo salario alto, porque alguno era profesor universitario y no podíamos traerlo. Se hace un instituto de investigaciones sociales, muy importante, y se necesita un profesor universitario, pero el salario del instituto es otro. Y entonces nosotros no tenemos manera de resolver el problema, porque si sacamos al individuo, le pedimos a un individuo que salga de la universidad para ir para allí, le afectamos considerablemente el salario.

Estos problemas salariales hay que estudiarlos de conjunto, con sumo cuidado. Es fácil decir: sí, cómo no. Con qué gusto todos nosotros aumentaríamos los salarios del 1 y 2 de la agricultura y todos esos grupos. Hay problemas. Cuando vamos a alguna fábrica, nos lo dicen. Dicen: ya nadie quiere ser ayudante del tornero, y el tornero —que es un obrero calificado— tiene que estar trabajando él mismo como ayudante, cargando, porque por el salario que tiene el ayudante, nadie quiere ser ayudante del tornero.

Hay problemas de estos que tienen que ser estudiados, realmente, y que deben ser resueltos en la medida de nuestras posibilidades, pero de una forma muy racional. En esta cuestión de salarios no se deben tomar medidas aisladas. Vamos a ver si por lo menos logramos que funcione la vinculación y el salario en la agricultura. Yo sé que hay determinados trabajos en la agricultura en que las normas eran suavecitas, porque he visto las normas. He visto lugares donde las normas son duras, y veo al obrero al lado de una máquina trabajar fuertemente. Y hay otras que no son duras. Hay ciertos trabajos en que se suavizó todo: el horario, las normas. Todo se suavizó. Vamos a ver. Pero no podemos prometer. Esto de los grupos 1 y 2 ya se planteó con fuerza en el Congreso de los Trabajadores Agrícolas, se planteó con fuerza. No vamos a prometer; vamos a preocuparnos por este problema, sin hacer promesas. No sería honesto hacer ningún tipo de promesa aquí en esta clausura, que después puedan resultar medidas no cumplibles que entrañen dificultades financieras, que creen otro tipo de problemas. Nosotros podemos prometer preocuparnos por estas cuestiones planteadas por un número de trabajadores.

Se han ido aplicando también pagos por condiciones anormales. Es uno de los recursos de que dispone el Estado para resolver problemas de fuerza de trabajo en muchos lugares. Hay trabajos que son efectivamente más duros que otros, sin discusión, y el Estado necesita ciertos recursos con que poder satisfacer los salarios adecuados para resolver las necesidades de fuerza de trabajo en determinados empleos.

Ayer hablamos del problema de la vivienda, en una intervención, la cuestión de las microbrigadas. Ya ustedes están informados de los criterios, pero como este acto está saliendo también para todo el pueblo, y como hay unos miles de obreros de microbrigadas preocupados por este problema, es que yo voy a repetir algunas de las ideas expuestas ayer.

En esencia, la solución del problema de la vivienda requiere un programa de construcciones masivas muy grande. Ese es el primer punto. Se ha calculado la necesidad de alcanzar una cifra de 100 000 por año. Más de una vez se ha hablado de este propósito, y todavía no se ha logrado.

Existe el programa de alcanzar 50 000 para 1980, y es un programa duro; sin embargo, bueno, se ha estado desarrollando una base material para eso: se están terminando dos grandes fábricas de cemento, industrias de producción de arena, de piedra, y tomando todas las medidas para poder cumplir este programa.

Se espera seguir aumentando hasta 1985, para alcanzar en este año el nivel de las 100 000. Todo esto va a requerir un gran esfuerzo para construir estas 100,000 viviendas. Se calcula un mínimo de 100 000 por año las necesarias; y aun así, alcanzando 100 000 por año en 1985, en el año 2000 se habrá resuelto el 85% de la vivienda.

Vean cómo es este fenómeno. Este es un fenómeno muy serio que, aun haciendo grandes esfuerzos, se requiere mucho tiempo para resolverlo.

Los microbrigadistas son alrededor de 25 000. Ellos están construyendo alrededor de 20 000 viviendas por año. Se estuvo contemplando un cambio en el procedimiento de construcción de las viviendas, también el procedimiento de la distribución, que era construir las viviendas con brigadas estatales.

Al construir las viviendas con brigadas estatales, se podía distribuir las viviendas a cualquier trabajador, aunque no perteneciera a un centro con microbrigada: maestros, trabajadores de la salud, de los servicios, trabajadores de la administración, etcétera, que hoy no tienen prácticamente posibilidades de recibir una vivienda.

Por otro lado, se plantean como una necesidad dos cosas: el pago no por el centro de trabajo sino por las construcciones, de los microbrigadistas; y se ha planteado, nosotros lo hemos planteado varias veces, que en realidad, para resolver el problema de la vivienda, las inversiones tienen que ser tan grandes que es necesario realizar ese programa sobre una base económica.

Cien mil viviendas equivaldrían a una inversión de 1 000 millones de pesos por año. El país no podría gastar 1 000 millones de pesos por año para no recaudar prácticamente nada de la vivienda. Hemos planteado respetar todo el sistema actual: todo el que recibió su vivienda por la Ley de Reforma Urbana, que la disfrute todo el tiempo que sea necesario, en las condiciones actuales; el que recibió la vivienda en virtud de un tanto por ciento, que siga bajo esa fórmula. Pero que en un momento dado —ese momento puede ser 1980, ó 1981—, en un momento dado, y a medida que este programa de construcción de viviendas aumente, hay que cambiar el sistema de cobro de las nuevas viviendas que se entreguen. No hablo de las que están entregadas, no hablo de las que actualmente disfrutan las familias, sino de las nuevas viviendas. Establecer el cobro por metro cuadrado, no aplicar el sistema del tanto por ciento del salario del jefe de núcleo, como está en las viviendas de las microbrigadas; no aplicar ese sistema, porque eso no recauda nada, en honor de la verdad no amortiza los materiales de esa vivienda ni en 40 años, lo que ha costado la vivienda solo en materiales.

No se puede invertir, el país no puede; ustedes, los trabajadores, la economía de ustedes, los trabajadores, no pueden invertir 1 000 millones al año para recaudar 20 ó 30 millones, ó 10 millones ó 15 millones por esa vía. Entonces hay que amortizar las viviendas; podemos poner una amortización de 12 años o de 15, o de 20, la que se decida; pero que realmente con el pago de alquiler por metro cuadrado se amortice la vivienda esa, la inversión, en un número de años. Es lo que nosotros estamos planteando.

Claro está que cuando se empezó con las microbrigadas, se suponía que funcionaban con el plustrabajo. Pero ustedes saben bien que muchos centros —como dije ayer— lo hicieron efectivamente con plustrabajo, y otros porque les sobraba personal, lo que tenían era plustrabajadores, no plustrabajo. Las microbrigadas todas sí empezaron trabajando mucho y han tenido un espíritu fenomenal, y son una de las mejores fuerzas constructivas del país; bien. Después, como hubo que hacer una microbrigada por cada centro importante de trabajo, no hubo materiales para todas las microbrigadas, y tuvieron que reducir la intensidad del trabajo, pero han ayudado en obras industriales, en obras sociales, en todo. Realmente fueron una magnífica solución en un momento crítico de fuerza de trabajo para construir viviendas. Se planteó luego la idea de pasar las microbrigadas a brigadas estatales, para tener el mismo sistema de construcción de viviendas, el mismo sistema de distribución y el mismo sistema de cobro. Eso, desde luego, engendró una gran preocupación; planteó una gran inquietud en los obreros de las microbrigadas. Si realmente se hubiera tomado la decisión en el Congreso en el sentido de convertir las microbrigadas en brigadas estatales, corríamos el riesgo de perder una gran parte de esa fuerza, porque a los trabajadores de las microbrigadas les interesa la vinculación con el centro de trabajo. Muchos de ellos cobran por la construcción ya, salarios mejores que los que tenían, porque se calificaron; otros cobraban por su centro. Entonces se presentaron estos problemas.

Nosotros analizamos, profundizamos en la cuestión. Entonces hemos llegado al siguiente criterio, con respecto a las microbrigadas: que en caso de que una microbrigada se haga microbrigada estatal, porque se necesite para hacer determinada obra, siga vinculada a su centro de trabajo y no se le afecte económicamente; en tanto un trabajador que está allí en la construcción y sigue en la construcción, no afectarlo económicamente.

Lo que sí es inevitable es que el pago se haga por las construcciones; no puede ser de otra forma porque chocaría con el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía; es decir que el pago hay que hacerlo por las construcciones.

Y el alquiler que se pague, el alquiler que se pague debe ser en el futuro, cuando se establezca otra fórmula de pago de alquiler para las nuevas viviendas que se entreguen, debe ser el mismo para todos los trabajadores, hágala una brigada estatal o hágala una microbrigada.

En la discusión de este problema se planteó que la supresión de la microbrigada no solamente les preocupaba a los obreros que están en las microbrigadas, sino a los centros para los cuales han trabajado, ya que las fábricas reciben un número de viviendas. Entonces, hemos pensado que se puede elaborar otra fórmula. Cumplir el principio de que se les pague por la construcción; cumplir el principio de que el alquiler que se pague por quien reciba la vivienda sea igual, el mismo sistema para cualquiera, hágala la microbrigada o la brigada estatal; no afectarlos económicamente —eso lo explicamos también, cómo lo hacíamos sin violar el principio del salario histórico—; mantener su vinculación al centro de trabajo.

Son las ideas que tenemos. Pero creemos, incluso, que es posible para tranquilidad de los centros de trabajo para los cuales han trabajado esas microbrigadas, mantener un por ciento de las construcciones que se hagan al año para asignárselo directamente a los centros de trabajo. Incluso las demás viviendas que hagamos cuando estemos construyendo 50 000, 80 000 ó 100 000 tenemos que estudiar bien los medios de distribución. Y a nosotros nos parece que el mejor medio es, precisamente, por el centro de trabajo. Porque cuando a un funcionario le toca la ingrata tarea de repartir viviendas, corre el riesgo de buscarse un sinnúmero de enemistades y la sospecha de que pueda haber privilegios. Incluso, cuando en el centro de trabajo el colectivo distribuye las viviendas hay protesta, y hay trabajadores que no se sienten conformes y que creen que el colectivo fue injusto y se equivocó. Pero, vaya, no es lo mismo cuando se equivoca el colectivo completo de una fábrica a cuando es un funcionario del poder tal el que está distribuyendo (APLAUSOS).

Creemos que el Estado centralmente debe tener siempre una reserva de viviendas, una cantidad, y también el Poder Popular, para resolver problemas. Porque ya es el caso de gente albergada que hay que darles una casa, casos de catástrofe; casos de familias que hay que mudar porque hay que ampliar una fábrica, hay que hacer otra construcción, o lo que sea. Siempre se necesita que los poderes del Estado dispongan de una cantidad, de un por ciento —no tiene que ser muy grande— de viviendas para resolver esos tipos de problemas. También cuando hay una industria nueva, como Moa, pues se construyen viviendas para los que van a trabajar allí.

Creemos que, en general, el método de distribución ideal, excepto estos casos de algunas cantidades centralizadas, debe ser el reparto de las viviendas a través de los centros de trabajo. Por eso no tendríamos inconveniente en que una parte de las viviendas esas que están haciendo las microbrigadas, si son 15 000, o son 20 000, de 80 000 ó de 100 000 que se construyan se reparta por los centros de trabajo, para que no se produzca la inquietud en los obreros de esos centros que han estado recibiendo los beneficios del trabajo de las microbrigadas. Por lo tanto, debemos buscar una solución sabia en lo posible a este problema, que no produzca inquietudes y que no produzca deserciones de la fuerza de microbrigadas, que es una de las fuerzas más importantes que tiene la construcción.

Realmente no quiero extenderme mucho más. Creo que he sido un poco largo y estamos al final del Congreso. Pero yo deseo resaltar el hecho de que siempre que se ha hecho un llamado a los trabajadores, siempre ha habido una respuesta inmediata revolucionaria en todas las épocas, desde el principio de la Revolución hasta hoy, y cada vez más. Recuerdo cuando después de las dificultades de 1970 se celebraron todas aquellas asambleas de producción en todos los sindicatos, los resultados de aquellas reuniones, las respuestas de los trabajadores, los avances logrados desde entonces. Recuerdo el año pasado, o en la zafra pasada, con una situación climática muy difícil, una cantidad enorme de caña, fue necesario un esfuerzo especial extraordinario; se les pidió a los trabajadores agrícolas, a los trabajadores azucareros, a los trabajadores del transporte ese esfuerzo, y nuestra zafra pudo llegar a más de 7,3 millones de toneladas de azúcar base 96. Hicimos la segunda más grande zafra de la historia del país, o la segunda zafra en dimensión de la historia del país, en medio de las peores condiciones climáticas. O cuando se apeló a los obreros portuarios para resolver el problema de los puertos, de las estadías; o cuando se ha apelado a los obreros de la construcción.

En el primer semestre de este año nosotros visitamos un grupo de obras, y en numerosas de esas obras se estudió la posibilidad de adelantar el programa, y hay varias de ellas que se adelantaron hasta un año, entre ellas la fábrica textil de Santa Clara, que iba a estar para fines de 1980 y va a estar terminada para fines de 1979; se planteó adelantar también un año la fábrica de botellas de Las Tunas; se planteó adelantar un año el molino de trigo de Regla y toda una serie de obras importantes. La respuesta de los obreros no se hizo esperar, fue inmediata, entusiasta. Hay que decir que varias de esas obras, algunas obras, se han terminado ya en el período que se comprometieron; otras están notablemente adelantadas. Ustedes pudieron apreciar el compromiso de los obreros de la construcción con relación a toda una serie de obras priorizadas. Se planteó el problema de las piezas de repuesto de la KTP-1 para esta zafra, que teníamos un problema realmente muy serio, y hubo una inmediata respuesta de los obreros de la industria mecánica.

Recordamos también cuando planteamos, en aquel acto de los Comité de Defensa, las dificultades que tendríamos, la necesidad del ahorro, el esfuerzo que hicieron los trabajadores en un número de centros, la eficiencia lograda, el ahorro de materias primas.

Prácticamente no hay una sola ocasión, no hay una sola circunstancia en que los trabajadores no tengan una respuesta inmediata y entusiasta al llamado de la Revolución.

Ahora también se apela a los trabajadores de la rama Sideromecánica, para darle un impulso a la producción de componentes y piezas de repuesto; a preparar masivamente obreros calificados para la industria mecánica, para ver si salimos de una vez de la agonía de las piezas de repuesto que nos paran el transporte, que nos paran los ómnibus, que nos paran los equipos de construcción, que lo paran todo; por el costo elevadísimo de las piezas de repuesto, el costo en divisas de esas piezas, la insuficiencia de piezas que a veces tenemos, incluso de equipos recibidos del área socialista y que nos obligan a hacer un esfuerzo, ¡que vamos a hacer, vamos a llevar adelante!

Existe el propósito de darle todo el impulso necesario a la industria mecánica en la producción de componentes, para no solo disponer de todas las piezas que necesitamos, sino convertirnos incluso en exportadores de piezas de repuesto para ver cómo salimos de esta miseria. Porque resulta que muchas veces para construir una de esas piezas, la materia prima cuesta la décima parte de lo que cuesta la pieza terminada. Es decir, con el 10% del costo en divisas de muchas de esas piezas, podemos adquirir las materias primas para hacerlas aquí; ahora, necesitamos obreros bien calificados, bien preparados, y estamos organizando ese esfuerzo con los compañeros del movimiento sindical y de la industria sideromecánica.

Este Congreso ha tenido esa consigna: "¡A favorecer la solución de nuestros problemas económicos vitales!" Como explicaba el compañero Veiga, se ha puesto el acento del Congreso en apoyar lo que nosotros hemos planteado como la única cosa razonable que debemos hacer, que es concentrar nuestro esfuerzo y nuestro pensamiento en el desarrollo, y pensar en el desarrollo más que en el consumo.

El país tiene que vencer obstáculos difíciles, sobre todo en el área del comercio en moneda convertible, tiene que aumentar las exportaciones en esa área; en el área socialista también, por supuesto. Pero el país tiene que aumentar las exportaciones, es lo que nosotros explicábamos en la Asamblea Nacional. Si tenemos nuevas fábricas de cemento, no consumir todo el cemento, exportar algo de cemento; si tenemos nuevas fábricas textiles, no consumir todo el textil, sino exportar algo del textil, porque cada fábrica de esas requiere también materia prima de área convertible. Y nosotros hemos planteado, por lo menos, exportar un metro de cada tres que produzcamos en esas nuevas fábricas, para pagar la hilaza y la materia prima y lo que necesitamos de área convertible. Ir creando una mentalidad de exportadores, porque tenemos una mentalidad solo de importadores.

Cómo teníamos que pensar en el desarrollo más que en el consumo, cómo esa era la tarea, la misión realmente. El deber más sagrado de esta generación de trabajadores es consagrarse al desarrollo del país, fundamentalmente. No quiere decir que no mejoremos, eso no quiere decir que se va a congelar el estándar de vida. Indiscutiblemente que hemos ido teniendo mejoras modestas, pero sostenidas, en muchos terrenos, en muchos campos y seguiremos teniéndolas. Pero lo importante es nuestra conciencia, nuestra comprensión, nuestra actitud, de que el esfuerzo de esta generación tiene que consagrarse al desarrollo (APLAUSOS).

Otras generaciones vivirán mejor. Claro, también esta vive mucho mejor que la pasada (APLAUSOS). A todos nos gustaría nacer en el año 1995, o haber nacido en 1995, o en el 2000, quién sabe. Podríamos decir: bueno, los otros que nazcan después van a estar mejor. Sí, van a estar mejor, y debemos alegrarnos de que estén mejor (APLAUSOS).

También muchos de nuestros compatriotas que nacieron a principio de siglo, muchos de los obreros que tuvieron que vivir todas aquellas calamidades, opresiones, humillaciones, abusos, injusticias del capitalismo, habrían deseado nacer ahora.

Nuestros niños hoy no padecen la miseria, la desnudez, no tienen que pedir limosnas, no están desamparados, no tienen que vivir en el riesgo incesante de la muerte, sin asistencia en la enfermedad, sin medicinas. En fin, nuestros niños hoy están infinitamente mejor en todos los sentidos, de lo que estaban los niños de este país en el año 1930, o en el año 1940, o en el año 1950, están mucho mejor.

Y la seguridad social, la asistencia médica, el empleo, en infinidad de cosas, está mucho mejor esta generación que la generación anterior. Y el Estado tiene que hacer grandes inversiones: en la educación, en la salud pública, en la defensa del país, en todo y, sobre todo, en el desarrollo tiene que hacer grandes inversiones. Y hay que hacerlas: si no invertimos en el desarrollo, ¿qué vamos a hacer? ¿Ponernos dos metros más de tela arriba y dejar de hacer fábricas? No podemos hacerlo.

En realidad nuestro proceso revolucionario, en medio de condiciones difíciles, se ha ahorrado muchos sacrificios, porque hemos tenido solidaridad internacional, hemos tenido la cooperación del campo socialista y hemos tenido, fundamentalmente, la cooperación de la Unión Soviética (APLAUSOS). En medio del bloqueo económico, de las dificultades de la supresión de los mercados cuánto ha significado para nosotros las relaciones económicas con la URSS, el hecho de que nos compren nuestra azúcar, todo el azúcar que le deseemos vender; el hecho de que nos haya suministrado el combustible; el hecho de que nos paguen precios que están muy por encima de los precios del mercado mundial, todo eso ha ayudado mucho a nuestro país, ha ayudado a nuestros planes de desarrollo económico y social. Si no hubiéramos tenido eso, entonces sí que podríamos hablar aquí de terribles sacrificios para poder hacer la Revolución, para poder mantener nuestra independencia. Incluso, para defendernos, cuánto nos habrían costado a nosotros esas armas, si hubiéramos tenido que pagarlas por su precio, comprada en el mercado mundial, con lo caro que resulta cada tanque, cada cañón, cada avión.

En la medida que nosotros hemos tenido la solidaridad internacional, buenas relaciones con el campo socialista, óptimas relaciones económicas con la Unión Soviética, en esa medida hemos recibido ayuda para poder hoy sentirnos satisfechos de los avances; para poder decir, ya no hay analfabetos en este país; para poder decir, ya estamos por alcanzar el 6to grado como mínimo y después otro; para poder decir, tenemos decenas y decenas de miles de trabajadores estudiando en las universidades; para poder decir, no hay desempleo prácticamente, no hay limosneros, no hay prostitución, no hay ninguna de aquellas calamidades del pasado; para poder decir, tenemos el más bajo índice de mortalidad infantil de toda la América Latina ampliamente por debajo; para poder decir, tenemos 1 040 000 estudiantes en el nivel medio (APLAUSOS); para poder decir, estamos atravesando con éxito esta crisis de la economía mundial, donde por todas partes no vemos más que calamidades, desempleo, despidos, conflictos.

Vamos desarrollando nuestro plan quinquenal, de una manera bastante satisfactoria, vamos avanzando; vamos haciendo zafras cada vez mayores y cada vez más estables; estamos construyendo importantes industrias. No negamos que tenemos dificultades, no podemos decir que el camino sea fácil, sería una mentira decir que el camino es fácil, nuestro camino del desarrollo es un camino difícil. En el mundo de hoy es difícil, precisamente por el intercambio desigual del mundo capitalista industrializado con las áreas del Tercer Mundo y nosotros en parte dependemos de ese comercio, en parte, es ineludible para nosotros; pero gracias al socialismo en nuestro país, gracias a nuestras relaciones con el campo socialista y con la Unión Soviética, gracias al esfuerzo de nuestros trabajadores, el país avanza y cualesquiera que sean las dificultades seguirá avanzando.

Y nos preparamos, no solo para el próximo plan quinquenal, sino para un plan pronóstico de 20 años, para saber lo que vamos a hacer en 20 años, el poder decir solo eso: vamos a mirar 20 años adelante. En el capitalismo el país tenía que mirar 20 días adelante todo lo más, 20 días, o 10 días. Nadie sabía lo que iba a pasar a los 20 días.

Entonces, ya podremos tener nuestro camino trazado y trabajar en todas las regiones del país. Una de las virtudes fundamentales de la Revolución es que ha trabajado en todo el país: ha llevado su obra revolucionaria, sus escuelas de todo tipo; sus escuelas tecnológicas, sus escuelas secundarias y preuniversitarias, sus escuelas vocacionales, sus escuelas deportivas las ha llevado a todas partes. La fisonomía de las ciudades del interior ha ido cambiando; las industrias se están llevando a todas partes.

Aquí hay delegados que vienen de todas partes; de Pinar del Río, ¿cuánto no ha cambiado esa ciudad en los últimos siete u ocho años?, ¿o de Manzanillo, o de Holguín, o de Las Tunas, Villa Clara, Cienfuegos, Guantánamo, Santiago, cualquiera? (APLAUSOS); pero, sobre todo, las que eran más pobres, las que eran más olvidadas, se nota en todas ellas un cambio asombroso, con los círculos infantiles también, los hospitales, las facultades universitarias, las sedes universitarias o facultades universitarias están ya prácticamente en todas las provincias de este país.

De manera que por primera vez nuestra nación conoció una distribución justa de los medios de producción y de los beneficios sociales, y vamos a seguir trabajando en esa dirección.

Es decisivo el papel del movimiento sindical en esto, decisivo. Crean que la Revolución no podía ni siquiera concebirse sin el papel del movimiento sindical (APLAUSOS).

No importa lo que puedan hacer las administraciones; la clave, lo decisivo es el trabajador.

Si nosotros queremos mejorar nuestros servicios, si queremos hacer una educación más eficiente, continuar el sistema de perfeccionamiento, y que ese servicio esté en uno de los más altos niveles del mundo, eso va a depender de los maestros y de los profesores fundamentalmente. Si nosotros queremos seguir elevando nuestro servicio de salud pública y brindarlo con el máximo de eficiencia, tal como lo expresábamos nosotros en la inauguración del curso escolar este año, eso va a depender fundamentalmente de nuestros médicos y de nuestros trabajadores de la salud. Sin el esfuerzo entusiasta, decidido de ellos, sin el impulso de ellos, nada podría hacerse. Si vamos a impulsar las construcciones, si vamos a mejorar el transporte, si mejoramos los puertos, en dondequiera, el trabajador, el factor humano, los creadores de los bienes y de los servicios que consume el pueblo, son el factor fundamental.

Y es precisamente el movimiento sindical quien agrupa a todos nuestros trabajadores. Es por ello su importancia enorme, decisiva, sin la cual el Partido, el Estado no podrían hacer frente a esta enorme tarea.

Crecen las filas del Partido en el seno de nuestra clase obrera. Se está haciendo un crecimiento donde se pone el acento principal en la captación de los obreros. De modo que esperamos que haya cada vez una mayor composición obrera en el seno de nuestro Partido.

Los años futuros serán de esfuerzos, de trabajo, seguirán siendo años duros. No habrá años fáciles; pero serán años de continuo avance y de seguro avance para nuestro pueblo y nuestra Revolución.

No prometemos nada fácil. Sería demagógico hablar de que los años que nos quedan por delante a esta generación vayan a ser años fáciles; son años de esfuerzo y dificultades. Vuelvo a repetir la idea de que tendremos que consagrarnos al desarrollo y fundamentalmente en beneficio de futuras generaciones. Pero estas generaciones también recibirán sus beneficios, y la inmensa satisfacción espiritual y moral que significa cumplir el rol histórico que está cumpliendo esta generación. Creo que todas las generaciones futuras recordarán siempre con gratitud y reconocimiento lo que está haciendo esta generación revolucionaria (APLAUSOS), revolucionaria sí, revolucionaria de verdad, esta generación con una alta conciencia internacionalista (APLAUSOS).

De lo que es hoy nuestra clase obrera habla su espíritu; de lo que son hoy nuestros trabajadores habla su conducta en la Revolución: su trabajo, su eterno entusiasmo. De lo que son hoy nuestros trabajadores hablan los combatientes internacionalistas que lucharon en Angola y en Etiopía (APLAUSOS), trabajadores en su inmensa mayoría, miembros de las Reservas o reservistas de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS), hablan los miles de técnicos civiles, obreros de la construcción, médicos, trabajadores de la salud, maestros que prestan sus servicios en numerosas partes del mundo.

Es una satisfacción y es un honor para nuestra patria la creciente demanda de técnicos cubanos, y cómo numerosos países nos piden técnicos, nos piden colaboración técnica, nos piden médicos y otros técnicos. De modo que la exportación de servicios técnicos y la exportación de construcción, se está convirtiendo en otro importante recurso económico del país. ¿Qué les parece? Antes no había médicos para enviar a Baracoa, y ahora los médicos nuestros están en cualquier parte del mundo; constructores nuestros en varios lugares del mundo. Y crece la demanda. ¡Vean, les digo la verdad!: prefiero este recurso al del turismo. Lo prefiero. Pero no vamos a renunciar al otro. Necesitamos todos los recursos, todos los necesitamos (APLAUSOS).

Pero, bien, ¿miedo este país? ¿Miedo? ¿Miedo a qué? ¡Un país cuyos combatientes han demostrado lo que son capaces de ser, cuyos trabajadores internacionalistas demuestran lo que son capaces de ser! (APLAUSOS)

Y esto es lo bueno que tiene este período de la Revolución, que ha ido dejando atrás ciertas etapas idealistas, ciertas etapas utópicas, irreales. Claro que todas ellas engendradas en el más sincero espíritu revolucionario. Esos errores se han ido superando, y ha habido que establecer determinados factores, determinados estímulos materiales, determinadas concepciones de cómo debe hacerse la distribución en el socialismo, de cómo hay que administrar en el socialismo.

Esas experiencias las estamos asimilando, las estamos usando; pero, a la vez, crece nuestra conciencia, crece nuestro espíritu revolucionario.

Así que, en el fuego del fervor revolucionario, se introduce mucha leña, digamos. Y así ha sido, por ejemplo, este espíritu con relación al trabajo voluntario, este espíritu internacionalista. Es decir que, al lado de las medidas realistas, que las realidades nos imponen, están las medidas que acrecientan y fortalecen nuestra conciencia comunista, nuestro espíritu revolucionario.

Y ese debe ser uno de los índices que tengamos siempre. Ya que se habla de índices, hay un índice que habla de una revolución, que puede hablar de Congreso en Congreso, del Partido y de los trabajadores: ¡si cada vez somos más revolucionarios (APLAUSOS), si cada vez somos más marxistas leninistas (APLAUSOS), si cada vez somos más internacionalistas (APLAUSOS), si cada vez somos más comunistas! (APLAUSOS PROLONGADOS)

Se ha celebrado nuestro Congreso de trabajadores en medio de importantes y emotivas fechas históricas: en el XXII aniversario del levantamiento de Santiago de Cuba (APLAUSOS), en el XX aniversario de la batalla de Guisa (APLAUSOS), próximo a cumplirse el XX aniversario de la Revolución (APLAUSOS). Y clausuramos este Congreso el 2 de diciembre, XXII aniversario del Granma (APLAUSOS).

Un día como hoy, un grupo de nosotros nos adentrábamos en los bosques en circunstancias muy difíciles, verdaderamente difíciles, con obstáculos muy grandes por delante, con muchos soldados enemigos enfrente, en la sed, en el hambre y en la noche, en el agotamiento físico, y todos esos factores. Tal vez ninguno de nosotros en aquellos instantes podíamos pensar que 22 años después a la misma hora tendríamos la clausura de este maravilloso Congreso, de esta maravillosa reunión.

Mucho hemos andado desde entonces. Porque hemos vivido junto a ustedes esta marcha, desde aquel 2 de diciembre de 1956, a este Congreso de hoy, 2 de diciembre de 1978, ¡por eso —después de los obstáculos, después de las dificultades, después de las victorias—, decimos que fuimos, somos y seremos optimistas! (APLAUSOS)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos! (EXCLAMACIONES DE: "¡Venceremos!")

(OVACION)

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