Fidel: Primer Ministro de la nueva Cuba

Momentos iniciales del gobierno revolucionario
«Gobernar no es más que prever».
José Martí
«La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América»,
(Revista Ilustrada de Nueva York, Número 5, mayo de 1891)
A lo largo de enero de 1959, en medio del júbilo por la victoria sobre la tiranía de Batista, Fidel Castro, comandante en jefe del Ejército Rebelde y guía del proceso revolucionario, ya convertido en Líder de todo un pueblo, insistió en que el camino había sido duro, abonado con sangre, pero quizás en lo adelante todo resultase más difícil.
No se equivocaba. Entre las muchas dificultades que surgirían, el ejercicio del poder político —por ejemplo—, iba a plantear serios obstáculos.
En busca de la necesaria unidad nacional, el primer gobierno revolucionario acogió a representantes de diversas tendencias que coincidieron en la oposición a la dictadura vencida, más discrepaban sobre el futuro del país.
Era el momento de cumplir el programa de la revolución, definido por Fidel en «La historia me absolverá»: su alegato de autodefensa tras el asalto al cuartel Moncada. Ello implicaba profundas transformaciones sociales en beneficio de los pobres. Algunos miembros del gabinete querían cambio, pero no tanto, y acusaban de radicales y comunistas a quienes intentaban empoderar a los humildes.
Durante los primeros cuarenta y cinco días de 1959, la actividad diaria del gobierno se diluía en reuniones interminables, agotadoras, estériles, en las cuales el primer ministro, José Miró Cardona, disputaba solapadamente el poder al presidente de la república, Manuel Urrutia Lleó. Ambos, doctores en derecho de ideas conservadoras, que no habían apoyado a la tiranía. Miró Cardona, profesor de la Universidad de La Habana, ejercía asimismo en un bufete de abogados 1. Urrutia, juez recto, honesto, con más de treinta años de carrera profesional, había presidido la Sala Tercera de lo Penal en la Audiencia de Santiago de Cuba.
En febrero de 1959, ante la inoperancia del gobierno a fin de adoptar medidas efectivas en beneficio popular, varios ministros pertenecientes al Movimiento 26 de Julio –Armando Hart, Faustino Pérez, Julio Camacho Aguilera, Enrique Oltuski y Luis M. Buch Rodríguez– convencieron a Fidel, entonces comandante en jefe de las fuerzas de tierra mar y aire de la república, para que se desempeñara como primer ministro, pues únicamente alguien con su prestigio y autoridad podría desatar el necesario proceso de transformaciones.
Luego, los cinco compañeros consultaron al presidente Urrutia, a Miró Cardona y al resto de los ministros. Todos estuvieron de acuerdo. El 13 de febrero, Miró Cardona presentó su renuncia. Fidel asumió la jefatura de gobierno el día 16 de ese propio mes.
De inmediato se aprobaron, una tras otra, considerables disminuciones de los alquileres de viviendas y de la tarifa del servicio telefónico, así como la eliminación de los gastos de representación de los miembros del gabinete y la rebaja a la mitad de sus haberes —el presidente Urrutia decidió conservar el mismo salario de Batista: ciento veinte mil pesos anuales, más sesenta y cuatro mil pesos de gastos de representación, y cincuenta y ocho mil pesos de gastos secretos, cifras enormes en esa época—. Además, se eliminó la Renta de la Lotería Nacional, con su triste historia de peculado y corrupción. Nació en su lugar el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda, a fin de ahorrarle al pueblo lo que perdía en el juego e invertir los fondos en la solución del problema habitacional. Se crearon también el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Casa de las Américas. Del universo de normas jurídicas promulgadas en esa etapa, la más importante fue sin dudas la ley de Reforma Agraria, que hizo justicia a los que trabajaban la tierra y afectó poderosos intereses de las oligarquías nacional y estadounidense.
Las tensiones no tardaron en aparecer, sobre todo con el presidente Urrutia, quien puso en crisis el gobierno. Comenzó a demorar la firma de proyectos de leyes enviados por el consejo de ministros, manejó con ligereza delicados asuntos políticos, designó en cargos importantes a funcionarios destituidos por corruptos, hacía frecuentes declaraciones anticomunistas en sus comparecencias públicas, y mantuvo relaciones estrechas con sujetos que pronto traicionarían a la Revolución: Pedro Luis Díaz Lanz, exjefe de la fuerza aérea y Huber Matos, jefe militar de Camagüey.
Fidel deshizo aquel nudo gordiano con un tajo moral. El viernes 17 de julio de 1959, renunció al cargo de primer ministro. Ese propio día, explicó en conferencia de prensa televisiva las razones de tal decisión.
El apoyo popular al líder de la Sierra Maestra fue categórico. A Urrutia no le quedó otra opción que dimitir. En su lugar, fue elegido interinamente el abogado cienfueguero Osvaldo Dorticós Torrado, hasta entonces miembro del consejo de ministros, quien no aceptó la renuncia de Fidel.
Por su parte, el comité ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Cuba convocó a obreros, estudiantes, asociaciones cívicas, comerciantes, industriales y profesionales, a un paro el miércoles 22 de julio para pedir a Fidel que regresara a la jefatura del gobierno.
A las cuatro de la tarde del domingo 26 de julio, en el acto central donde se conmemoró el asalto al cuartel Moncada por primera vez después del triunfo revolucionario, la multitud reunida en la entonces Plaza Cívica 2 expresó durante varios minutos de ovaciones y consignas, su deseo de que el comandante en jefe reasumiera como primer ministro.
El presidente Dorticós dijo al final de su discurso que por primera vez mandaba el pueblo.
Fidel se reintegró a sus funciones. Se preservó la unidad.
Referencias:
1-José Miró Cardona: terminó oponiéndose a los cambios revolucionarios, emigró a Estados Unidos y, desde allí, colaboró con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en los preparativos del desembarco mercenario en Playa Girón. Aspiraba a convertirse en presidente provisional de Cuba, si tenía éxito la invasión.
2- Plaza Cívica: actual Plaza de la Revolución de La Habana.
Fuente consultada
1-Buch Rodríguez, Luis M.; y Suárez, Reinaldo: Gobierno revolucionario cubano. Primeros pasos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2009.