Todo el Tiempo de los Cedros
Me decía Randy Alonso cuando me entregó el libro “Todo el Tiempo de los Cedros (Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz)” de Katiuska Blanco que “era una biografía no autorizada, pero consentida” por Fidel. ¿Y cómo no puede ser consentida esta obra repleta de olores a cedro, al batey, al tabaco, a la Cuba que soñábamos desde carajitos cuando Radio Habana Cuba retaba al gringo y los orígenes de quien hoy es muestra inequívoca de dignidad para América Latina?
Sorprende la prosa por encima de los episodios sangrientos de la represión batistiana y los elementos familiares que van describiendo la transformación de un Fidel inédito que hoy se mitifica por su influencia en la lucha popular y la necesaria (hoy menos utópica) liberación de nuestros pueblos.
No sé si este libro está a la venta en Venezuela, pero aún haciendo una simple recomendación para su lectura me parece una mezquina interpretación de la poesía y olores descritos por Katiuska Blanco. Desde la descripción de un Ángel enamorado del verdor de Birán y a Lina con ese baile de olores impetuosos a la madera que oculta el tabaco.
La Galicia de mi padre Manuel, esta historia de mis ancestros, que se confunde con una América Latina mestiza y el bisabuelo que originó el nombre Manuel, enterrado en algún lugar de Cuba; y saber que el Silva se lo dio su madre: madre soltera, horrible destino para quien tomó la mano de su hijo y se fue de las montañas a las costas frías de Muros. Galicia, Cuba, Venezuela. Esta historia repetida en varias familias descendientes del español que se jodió y se unió a este pueblo, luego se hará más extensa.
Ahora: ¿Cuál es realmente tu enemigo?... ¿El gringo que ocupó, discriminó, explotó, maniató y colonizó nuestras huellas o el español que terminó sembrando su semilla cultural en estas tierras?
Debo detener mi lectura en la página 297. Es necesario, imperante, porque nos recuerda que la lucha apenas comienza. Antes del ataque al Moncada, cuando los ideales pueden más, cuando regresamos a los recuerdos para dar el paso final, Fidel describe sus recuerdos de Birán – apunta Katiuska Blanco – “como quien desahoga un sentimiento triste con el ansia de aliviar, soñar y hacer algo porque se desvaneciera para siempre”:
“Todo ha seguido igual desde hace más de veinte años. Mi escuelita un poco más vieja, mis pasos un poco más pesados, las caras de los niños quizás un poco más asombradas y, ¡nada más!
Es probable que haya venido ocurriendo así desde que nació la República y continúe invariablemente igual sin que nadie ponga seriamente sus manos sobre tal estado de cosas. De ese modo nos hacemos la ilusión de que poseemos una noción de justicia. Todo lo que se hiciera relativo a la técnica y organización de la enseñanza no valdría de nada si no se altera de manera profunda el status quo económico de la nación, es decir, de la masa del pueblo, que es donde está la única raíz de la tragedia. Más que ninguna teoría me ha convencido de esto, a través de los años, la palpitante realidad vivida. Aún cuando hubiese un genio enseñando en cada escuela, con material de sobra y lugar adecuado, y a los niños se les diese la comida y la ropa en la escuela, más tarde o más temprano, en una etapa o en otra de su desarrollo mental, el hijo del campesino humilde se frustraría hundiéndose en las limitaciones económicas de la familia. Más todavía, admito que le joven llegue con la ayuda del Estado a obtener una verdadera capacitación técnica, pues también se hundiría con su título como una barca de papel en las míseras estrecheces de nuestro actual status quo económico y social”
Ahora pregunto yo: ¿Qué haremos con ese pueblo al que se le despertó la conciencia, al que se le regaló una autoestima que le habían robado por más de cuarenta años de bipartidismo?
La dirigencia política, y no estoy hablando del Comandante Hugo Chávez que sabe muy bien cual es el camino a seguir, tiene hoy dos opciones: O entiende que es hora de cambios trascendentales para la nación y su máximo protagonista, el pueblo venezolano siempre al lado del Comandante,... O se aparta y permite que los cambios se efectúen en la paz de una legítima y real V República que le de poder a los pobres.
Le decía hace poco a un amigo que prefirió ser mi enemigo, porque le faltaron bolas suficientes para soñar, que los políticos tienen un problema sin resolver. Son infantiles al seguir aplicando maniobras de la clase política que negoció nuestros avances, maniobras que el pueblo hoy reconoce y no está dispuesto a seguir consintiendo. La conciencia que ha despertado Hugo Chávez en las clases populares, ha generado un instinto de supervivencia que no acepta más maniobras que de alguna manera le arrebaten lo conquistado.
¿Misión Robinsón? ¡Si!... Pero, permítame señor diputado: ¿Con qué se comen las sílabas, mientras usted negocia mis leyes?... ¿Misión Ribas? ¡Si!... Pero, permítame señor director de alguna institución: ¿Qué hago con un bachillerato, mientras usted me engaña con promesas no cumplidas?... ¿Misión Sucre? ¡Claro que sí!... Pero, permítame señor ministro: ¿Qué hago con una carrera si no la desarrollo en beneficio de la nación?
Así como hoy puedo sentir el olor a cedros en las páginas de Katiuska Blanco, puedo ver claro, muy claro, el color del araguaney en aquel discurso del Comandante Hugo Chávez hace diez años en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 14 de diciembre de 1994:
“El siglo que viene, para nosotros, es el siglo de la esperanza; es nuestro siglo, es el siglo de la resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano”
Y digo yo que llegaron tiempos de aroma a cedros, de color araguaney, de esperanza y victoria, de un salto adelante de la mano de quienes no pueden seguir excluidos.
Sorprende la prosa por encima de los episodios sangrientos de la represión batistiana y los elementos familiares que van describiendo la transformación de un Fidel inédito que hoy se mitifica por su influencia en la lucha popular y la necesaria (hoy menos utópica) liberación de nuestros pueblos.
No sé si este libro está a la venta en Venezuela, pero aún haciendo una simple recomendación para su lectura me parece una mezquina interpretación de la poesía y olores descritos por Katiuska Blanco. Desde la descripción de un Ángel enamorado del verdor de Birán y a Lina con ese baile de olores impetuosos a la madera que oculta el tabaco.
La Galicia de mi padre Manuel, esta historia de mis ancestros, que se confunde con una América Latina mestiza y el bisabuelo que originó el nombre Manuel, enterrado en algún lugar de Cuba; y saber que el Silva se lo dio su madre: madre soltera, horrible destino para quien tomó la mano de su hijo y se fue de las montañas a las costas frías de Muros. Galicia, Cuba, Venezuela. Esta historia repetida en varias familias descendientes del español que se jodió y se unió a este pueblo, luego se hará más extensa.
Ahora: ¿Cuál es realmente tu enemigo?... ¿El gringo que ocupó, discriminó, explotó, maniató y colonizó nuestras huellas o el español que terminó sembrando su semilla cultural en estas tierras?
Debo detener mi lectura en la página 297. Es necesario, imperante, porque nos recuerda que la lucha apenas comienza. Antes del ataque al Moncada, cuando los ideales pueden más, cuando regresamos a los recuerdos para dar el paso final, Fidel describe sus recuerdos de Birán – apunta Katiuska Blanco – “como quien desahoga un sentimiento triste con el ansia de aliviar, soñar y hacer algo porque se desvaneciera para siempre”:
“Todo ha seguido igual desde hace más de veinte años. Mi escuelita un poco más vieja, mis pasos un poco más pesados, las caras de los niños quizás un poco más asombradas y, ¡nada más!
Es probable que haya venido ocurriendo así desde que nació la República y continúe invariablemente igual sin que nadie ponga seriamente sus manos sobre tal estado de cosas. De ese modo nos hacemos la ilusión de que poseemos una noción de justicia. Todo lo que se hiciera relativo a la técnica y organización de la enseñanza no valdría de nada si no se altera de manera profunda el status quo económico de la nación, es decir, de la masa del pueblo, que es donde está la única raíz de la tragedia. Más que ninguna teoría me ha convencido de esto, a través de los años, la palpitante realidad vivida. Aún cuando hubiese un genio enseñando en cada escuela, con material de sobra y lugar adecuado, y a los niños se les diese la comida y la ropa en la escuela, más tarde o más temprano, en una etapa o en otra de su desarrollo mental, el hijo del campesino humilde se frustraría hundiéndose en las limitaciones económicas de la familia. Más todavía, admito que le joven llegue con la ayuda del Estado a obtener una verdadera capacitación técnica, pues también se hundiría con su título como una barca de papel en las míseras estrecheces de nuestro actual status quo económico y social”
Ahora pregunto yo: ¿Qué haremos con ese pueblo al que se le despertó la conciencia, al que se le regaló una autoestima que le habían robado por más de cuarenta años de bipartidismo?
La dirigencia política, y no estoy hablando del Comandante Hugo Chávez que sabe muy bien cual es el camino a seguir, tiene hoy dos opciones: O entiende que es hora de cambios trascendentales para la nación y su máximo protagonista, el pueblo venezolano siempre al lado del Comandante,... O se aparta y permite que los cambios se efectúen en la paz de una legítima y real V República que le de poder a los pobres.
Le decía hace poco a un amigo que prefirió ser mi enemigo, porque le faltaron bolas suficientes para soñar, que los políticos tienen un problema sin resolver. Son infantiles al seguir aplicando maniobras de la clase política que negoció nuestros avances, maniobras que el pueblo hoy reconoce y no está dispuesto a seguir consintiendo. La conciencia que ha despertado Hugo Chávez en las clases populares, ha generado un instinto de supervivencia que no acepta más maniobras que de alguna manera le arrebaten lo conquistado.
¿Misión Robinsón? ¡Si!... Pero, permítame señor diputado: ¿Con qué se comen las sílabas, mientras usted negocia mis leyes?... ¿Misión Ribas? ¡Si!... Pero, permítame señor director de alguna institución: ¿Qué hago con un bachillerato, mientras usted me engaña con promesas no cumplidas?... ¿Misión Sucre? ¡Claro que sí!... Pero, permítame señor ministro: ¿Qué hago con una carrera si no la desarrollo en beneficio de la nación?
Así como hoy puedo sentir el olor a cedros en las páginas de Katiuska Blanco, puedo ver claro, muy claro, el color del araguaney en aquel discurso del Comandante Hugo Chávez hace diez años en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 14 de diciembre de 1994:
“El siglo que viene, para nosotros, es el siglo de la esperanza; es nuestro siglo, es el siglo de la resurrección del sueño bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano”
Y digo yo que llegaron tiempos de aroma a cedros, de color araguaney, de esperanza y victoria, de un salto adelante de la mano de quienes no pueden seguir excluidos.
Autor:
Fuente:
Aporrea.org
27/12/2004