Fidel Castro y su influencia en el sandinismo de Nicaragua
La Revolución Cubana fue un tema casi invisibilizado en la Nicaragua de los Somoza hasta aproximadamente 1965, siete años después de la transformación social y política liderada por Fidel Castro en la nación caribeña.
«Tenía seis años en 1959. Recuerdo que mi abuela, quien pertenecía al oficialista Partido Liberal, me anunció el triunfo de los barbudos. Derrocaron al presidente, me dijo, ahora debemos tener cuidado para que no ocurra lo mismo aquí y quieran botar al general Somoza», refirió a Prensa Latina el exguerrillero Donald Mendoza.
De acuerdo con el integrante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el mismo año de la victoria revolucionaria el embajador de La Habana en Managua, Quintín Pino Machado, reunió a los jóvenes más inquietos, entre ellos, Carlos Fonseca, Germán Pomares y Tomás Borge y los convidó a visitar Cuba.
«Antes de fundar el FSLN, Fonseca leyó mucho sobre Augusto C. Sandino y los sucesos vinculados a su asesinato en 1934. A él le decían bandolero, supongo que a Fidel Castro en Cuba también, por esas mismas actitudes libertarias. Cuba era la meca donde acudían todos los pensadores de izquierda del mundo», señaló.
En esa primera visita a la nación caribeña los recibió el guerrillero y médico argentino-cubano Ernesto Che Guevara y, de acuerdo con Mendoza, él los ayudó económicamente, los entrenó y les dijo «vayan a luchar»; ya para 1961 los nicaragüenses reconocieron la necesidad del enfrentamiento armado.
«Desde antes se reconoce también la presencia del cubano Renán Montero (alias). Aquí lo ascendimos a comandante guerrillero y a coronel, de los primeros en el ejército. Me reuní muchas veces en esta casa con él. Ya para 1967 podemos decir que existía un vínculo más estrecho con la Revolución Cubana», significó.
Hasta esa fecha la admiración hacia Fidel era «en silencio, clandestina, no podíamos salir y gritar ¡Viva Cuba!, porque Somoza te mataba. Rompimos relaciones en 1960 de manera unilateral, si vos aquí levantabas la bandera cubana era otro problema grave», indicó.
El 22 de enero de 1967 el Frente concentró sus esfuerzos en las montañas para crear un grupo guerrillero similar al Movimiento 26 de Julio en el país antillano, si bien, según Mendoza, en una oportunidad el comandante les expresó: «tienen que hacer su propia revolución, no pueden imitar la nuestra».
COMPROMISO CON LA REVOLUCIÓN SANDINISTA
El combatiente evocó también cómo, desde el territorio nicaragüense, específicamente en Puerto Cabezas, zarparon los barcos rumbo a la mayor de las Antillas en la invasión organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos para destruir a la naciente revolución, en abril de 1961.
Refiere la historia que, el propio Luis Somoza, arribó al muelle para saludar y despedir a los principales jefes de esa misión y tras un breve discurso, el dictador pidió que, como trofeo, le trajeran unos pelos de la barba de Fidel.
«Casi dos décadas después del triunfo revolucionario en las aguas de Playa Girón, el líder cubano intervino en el primer aniversario de la Revolución Sandinista. En ese momento su mirada se perdió rumbo al lago de Managua, agarró su mentón, rememoró la historia y dijo: toda esta barba es del pueblo nicaragüense», puntualizó.
El líder de la Revolución cubana llegó por primera vez al país centroamericano el 16 de julio de 1980 y tres días después, en su discurso de 35 minutos, dejó claro el compromiso, solidaridad y ayuda a Nicaragua, «no venimos aquí a enseñar, ni a influir, venimos humildemente a aprender (…)»,
A los pocos meses de la victoria frente al último representante del somocismo, Mendoza fue designado como agregado militar en la embajada de Nicaragua en Estados Unidos y, por esa época, pudo estrechar la mano de Fidel, apreciar su personalidad fuerte, inmensa estatura y el respeto de admiradores y detractores.
«Me preguntó cuántos años tenía. ‘Tengo 24 comandante’, le dije. ‘Chico, ya tan joven y en el imperio’, me respondió. De los cubanos tuvimos un aprendizaje moral y de Fidel valoramos su carisma y humanidad, él estuvo siempre pendiente. Nunca dejó de recibirnos y la isla era para nosotros nuestra segunda patria», concluyó.