Valoraciones

GRAN PEDAGOGO

Cuando Fidel triunfa el 1 de enero de 1959 tenía de él un conocimiento informativo. Sabía de sus hazañas revolucionarias y su dedicación y heroísmo como luchador estudiantil, incluso su colaboración con otros pueblos como fue el intento de expedición a Santo Domingo.

Seguí atentamente su trayectoria después del asalto al Moncada. En 1957, con motivo de encontrarme en la Unión Soviética, fui invitado a dictar una conferencia a más de ochocientos propagandistas de Moscú. Entre los asistentes, personas, de distintas edades, estaban presentes ex combatientes de la guerra. Muchos habían sido condecorados. Tenían un gran interés político y militar por el inicio de las guerrillas en América Latina, de la presencia de revolucionarios en la Sierra Maestra. Me hicieron numerosas preguntas. Entre ellas, cómo se podía catalogar social y políticamente a Fidel.

Les respondí, primero, que no habia que valorar esquemáticamente lo que podía significar ese movimiento y lo que podía significar Fidel. Que no era fácil ponerlo en un casillero y decir, es un líder de la pequeña burguesía, un intelectual revolucionario. Porque en ciertas capas del movimiento revolucionario latinoamericano, entre el estudiantado y sectores intelectuales, la lucha antiimperialista revolucionaria esta sostenida a veces por muchas personas; que yo no lo podía calificar de otra manera que como un estudiante revolucionario.

Les estaba diciendo que ponía una enorme esperanza acerca del carácter radical de la Revolución, ya que conocía los antecedentes personales de Fidel. En esos momentos lo esencial de la Historia me absolverá circulaba por América como un gran documento, porque en su forma definitiva no tuvo la difusión merecida. Lo que ahí se planteaba era un fenómeno nuevo en América Latina. Porque estaba señalando un momento también nuevo de la lucha antiimperialista en el continente, de la lucha contra las dictaduras, contra las tiranías impuestas en el periodo de la guerra fría por Estados Unidos.

El contenido mismo, la profundidad del documento, lo que pensé entonces no solo lo confirmó la Revolución Cubana sino que lo amplió. Sigo considerando que la Historia me absolverá es uno de los grandes documentos políticos revolucionarios, con un índice muy grande de madurez política. Si se valora el documento en sí mismo, no es un documento socialista, es un documento democrático revolucionario, antiimperialista avanzado. Ese es uno de sus meritos, es un documento para unir a la mayoría del pueblo de Cuba mediante un programa y no para fiarle anticipadamente las metas socialistas.

Es un mérito por la madurez de los objetivos, los planteamientos programáticos, el análisis de la realidad cubana, sometida a explotación, saqueada por el imperialismo y además, con un conocimiento profundo de esa propia vida. Aparte de ser una hermosísima pieza literaria, tanto por su redacción, dominio del buen español, como por el alto tono de inspiración.

Había celebrado desde el primer día el triunfo de la Revolución Cubana como una cosa nueva. En un escrito que hice para la revista Internacional, en 1959, planteaba el cambio cualitativo que significaba la Revolución Cubana en el proceso revolucionario del continente.

El año 1959 trae dos grandes acontecimientos: el ascenso de la URSS con el lanzamiento del primer sputnik y el triunfo de la Revolución cubana.

Mi primer encuentro personal con Fidel se produjo en casa de Celia, en una reunión donde se encontraba un grupo de comunistas latinoamericanos a quienes impresionó altamente el doble hecho de la juventud y el vigor intelectual de Fidel. La audacia de su pensamiento teórico, la frescura de su expresión y su sencillez.

A mí me impresionó un hecho: al expresar un juicio sobre América Latina, algo que no tenía mucha importancia, le hice una precisión de la información. Y en el transcurso de la reunión comenzó a dirigirse muchas veces a mí.

Algunas veces en el exterior, hablando con personas que tuvieron contradicciones con Fidel, siempre rechacé la imagen de que era un hombre que sólo habla él. Fidel puede moverse en muchos temas; es un estudioso permanente, recoge vivamente la realidad, es un atento participante del diálogo. Esa impresión se me grabó profundamente desde el primer momento.

Asistí también a los primeros grandes mítines de masa. Cientos de miles de personas entrando en el camino de la Revolución. Fidel aparece como una especie de gran pedagogo revolucionario, educando sistemáticamente al pueblo, a la clase obrera.

A veces, pueblos con otras costumbres, por ejemplo, los europeos dan mucha importancia al discurso escrito, y sorprendía el hecho de la oratoria tan suelta de Fidel, y al mismo tiempo tan rica. Siempre se caracterizó por introducir cantidades de ideas teórico-políticas fundamentales en sus interlocutores. Cada acto se transforma en escuela del pueblo, en una escuela revolucionaria.

Tomado de: 

Revista Bohemia
21/03/1975